
Este
tipo de alerta jugado por la oposición merece consideraciones
específicas,porque excede a condenar las bestialidades que se enuncian
sobre la salud presidencial,su tratamiento, la información oficial y
etcéteras. No es que se trate de minimizar todo eso, en tanto es
verdadera y repugnantemente asombroso lo que dijeron y continuarán
diciendo. Al igual que otras veces, la lista provoca algo así como
vergüenza ajena de sólo recorrerla aunque más no fuere de modo parcial.
Hay
ciertas excentricidades que ya se conocían, como diagnosticar el estado
psíquico de la jefa de Estado -y luego sus condiciones físicas- a
través de la mera especulación (salvo figurarse a los médicos de
Cristina informándole a periodistas opositores, on line, acerca de cada
episodio que la afecta).
Pero hay otras que, aun cuando la catadura moral de los informadores también las haga juzgar como previsibles, no dejan de ser espeluznantes si, todavía, es estimable mantener algún rigor periodístico o concepto de sentido común. Le revelaron a la sociedad, por ejemplo, que los pisos y salas donde la Presidenta es atendida fueron virtualmente blindados contra el acceso público.
¿Habrá alguna forma precisa de referir que esa obviedad fue presentada como uno de los símbolos del “cepo informativo”?.¿Alcanzan términos como “disparate”, o símiles?.
¿De veras que hay homínidos capaces de imaginarse que internan a un Presidente y la vida del lugar sigue como si tal cosa?.
¿Desde cuándo puede haber lástima, de la noche a la mañana, contra quien ya fue, ya está, ya no tiene retorno, ni ella ni su gobierno ni su etapa populista?.
Es igualmente notable la grosería con que se intentó confundir los tantosconstitucionales, tratando de impugnar que el vicepresidente pueda ser habilitado para el ejercicio temporario de la primera magistratura. Macri está procesado, pero a nadie le mueve un pelo a propósito de si por eso debería quedar impedido de gobernar. Sin embargo, fue así que a un consultor, de prestigio desconocido, le confirieron cartel francés para que en prime time insinuase un pueblo autoconvocado a Plaza de Mayo con el fin de rechazar la reencarnación de José López Rega.
Hubo
además un columnista que advirtió sobre la ilusión de Boudou para
llevar adelante cierto plan de endeudamiento externo, aprovechando la
ausencia de Cristina y mientras simultáneamente, desde los medios del
propio grupo en el que trabaja, se machaca con que el vice es un
monigote a quien apenas si reservan para los actos protocolares.
Estupefacción, en algún punto risibilidad, indignación; a la vez acostumbramiento porque ya es poco menos que una rutina toparse con estas pandillas, y en consecuencia inclinación a no darles cabida ni anímica ni analítica.Pero, al cabo, la referencia es ineludible.
Lo que no soportan, lo que los atemoriza, no es ni el cepo informativo, ni que el vice sea impopular, ni que pudiera atravesarse un campo minado hasta dentro de dos años.No es eso.
Es que el tamaño de la agresión da la medida del agredido.
Pero hay otras que, aun cuando la catadura moral de los informadores también las haga juzgar como previsibles, no dejan de ser espeluznantes si, todavía, es estimable mantener algún rigor periodístico o concepto de sentido común. Le revelaron a la sociedad, por ejemplo, que los pisos y salas donde la Presidenta es atendida fueron virtualmente blindados contra el acceso público.
¿Habrá alguna forma precisa de referir que esa obviedad fue presentada como uno de los símbolos del “cepo informativo”?.¿Alcanzan términos como “disparate”, o símiles?.
¿De veras que hay homínidos capaces de imaginarse que internan a un Presidente y la vida del lugar sigue como si tal cosa?.
¿Y
de veras que una cronista callejera puede animarse a sembrar
interrogantes sobre la excelencia de la Fundación Favaloro para
practicar operaciones cerebrales?.
¿Y de veras que, mientras dicen que un golpe como el sufrido por la Presidenta es susceptible de presentar síntomas recién a las dos semanas, o más, se preguntan por qué no notificaron del golpe apenas producido?.
¿Qué hay que hacer?.¿Dejar de cuestionar estas bajezas en nombre de que debe tomárselas como de quienes vienen? .
La colega Marta Dillon, en contratapa del suplemento “Las 12”, de Página, ayer, trazando una semblanza en torno de que los argumentos contra Cristina -coyunturales y no- son propios de golpeadores todavía creyentes en su privilegio de dar duro, escribió: “No la mantuvieron sedada para facilitar el postoperatorio. Le dieron ‘medicación para que no esté excitada´. No fue una intervención neurológica de baja complejidad; le`perforaron el cráneo sin cortarle el pelo´. No le darán el alta; volverá a hacer su voluntad.
¿Y de veras que, mientras dicen que un golpe como el sufrido por la Presidenta es susceptible de presentar síntomas recién a las dos semanas, o más, se preguntan por qué no notificaron del golpe apenas producido?.
¿Qué hay que hacer?.¿Dejar de cuestionar estas bajezas en nombre de que debe tomárselas como de quienes vienen? .
La colega Marta Dillon, en contratapa del suplemento “Las 12”, de Página, ayer, trazando una semblanza en torno de que los argumentos contra Cristina -coyunturales y no- son propios de golpeadores todavía creyentes en su privilegio de dar duro, escribió: “No la mantuvieron sedada para facilitar el postoperatorio. Le dieron ‘medicación para que no esté excitada´. No fue una intervención neurológica de baja complejidad; le`perforaron el cráneo sin cortarle el pelo´. No le darán el alta; volverá a hacer su voluntad.
Ella,
que estaba ciega, `se golpeó con la realidad´. Más aún, el golpe fue
emocional y repercutió en la cabeza porque, vamos, ya se había dicho que
estaba desequilibrada y padeciendo síndromes de descripción dudosa.
(…)El `hermetismo es total´. (…) Mientras se mantenga la paranoia, el
complot es posible. Aquí no hay accidente, se puede leer entre líneas.
Aquí hay irresponsabilidad, como la tuvo Néstor Kirchner en su propia
muerte”. Los 50 tweets por minuto para darle fuerza a Cristina,agrega
Dillon al aludir a la adaptación de sí misma hecha por Beatriz Sarlo, no
es empatía sino la sobredosis emocional o giro sentimental que, “según
el siempre engolado Joaquín Morales Solá, que de vez en cuando habla
desde el llano, podría trocar la decisión de voto para `no llevar malas
noticias a esta pobre mujer´”.
En
este punto habíamos quedado, al ser respecto de una perversión que,
previo a ello, es un apunte político que sobrepasa a la observancia del
odio. Temerle al “efecto lástima”, como editorializó el columnista de La
Nación o como vomitaron ciertos standaperos, significa que dudan sobre
la sinceridad o profundidad de sus propios análisis, en cuanto a lo
inevitable del fin de ciclo y de la decadencia de Cristina.
¿Puede
obrar la lástima hasta el punto de que cambie voluntades, no ya el 27
de octubre sino sobre la percepción popular de cara al futuro de mediano
plazo?.
¿Qué
clase de convencimiento social habría sobre que nos gobierna una yegua,
una corrupta, una irritada constante, una manga de ladrones, si a la
primera de cambio podría inquietar una compasión significativa?¿Desde cuándo puede haber lástima, de la noche a la mañana, contra quien ya fue, ya está, ya no tiene retorno, ni ella ni su gobierno ni su etapa populista?.
Lástima
se le tiene a quien todavía porta la dimensión de ser
querido,confiable, dispensado de sus errores, ratificado en sus
posibilidades de asentar o recuperar un rumbo que pueda estar sufriendo
alternativas desfavorables. No se le tiene lástima, ni a un efecto ad
hoc, a un derrotado que -según se lee y escucha con constancia de
tortura china- se lo merece largamente. ¿A basa de qué tanta
preocupación, entonces?
¿Será que el sueño de las masas no se ve tan afectado si formalmente ejerce Boudou?.
¿Será que hasta el último boludo se da cuenta de que no se cae el mundo?.
¿Serán
varias por el estilo o será que, directamente, Cristina les sigue
siendo temible y de ahí que, como requirió un candidato a concejal del
Frente Progresista, es mejor que el coágulo haga justicia (nobleza
obliga, a ese postulante de la lista de Stolbizer y Alfonsín, en
Cañuelas, lo obligaron a renunciar aunque luego de invitarlo a sólo
retractarse, para después emitir un comunicado en el que, por las dudas,
aclaran que bregan por la pronta recuperación de la Presidenta)?.Es igualmente notable la grosería con que se intentó confundir los tantosconstitucionales, tratando de impugnar que el vicepresidente pueda ser habilitado para el ejercicio temporario de la primera magistratura. Macri está procesado, pero a nadie le mueve un pelo a propósito de si por eso debería quedar impedido de gobernar. Sin embargo, fue así que a un consultor, de prestigio desconocido, le confirieron cartel francés para que en prime time insinuase un pueblo autoconvocado a Plaza de Mayo con el fin de rechazar la reencarnación de José López Rega.
Ni
siquiera durante los peores momentos de Fernando De la Rúa,
ridiculizado hasta más no poder por su personalidad timorata y sus
actitudes de extravío, fue posible registrar un ataque de semejantes
características contra la investidura presidencial. Nada se parece a
esto.
Y
cabe -como siempre- la pregunta de si el grado de salvajismo habla
primero de quienes lo perpetran o, antes, de quienes lo consumen con
gozo porque se ven representados en esa exteriorización de
aborrecimiento. La dialéctica sugiere que son ambas cosas; y que se
retroalimentan hasta conformar un núcleo cuya capacidad para dialogar o
consensuar (aquello de no profundizar “la grieta”) es imposible. El
apunte no es menor, tal vez, porque habla de qué sentido tiene
inquietarse por la grieta ésa que la derecha bienpensante tanto dice que
le preocupa. Pero no por eso corresponde dejar de señalarlo.
El
periodista confiesa haber atravesado, sucesiva y alternativamente,
diversos estados de ánimo frente a la horda mediática que lucró con la
salud presidencial.Estupefacción, en algún punto risibilidad, indignación; a la vez acostumbramiento porque ya es poco menos que una rutina toparse con estas pandillas, y en consecuencia inclinación a no darles cabida ni anímica ni analítica.Pero, al cabo, la referencia es ineludible.
Lo que no soportan, lo que los atemoriza, no es ni el cepo informativo, ni que el vice sea impopular, ni que pudiera atravesarse un campo minado hasta dentro de dos años.No es eso.
Es que el tamaño de la agresión da la medida del agredido.
Audio del editorial
Eduardo Aliverti.
Marca de Radio – 12.10.13
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