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Bergoglio...Realidades y ficciones- (audio/texto) - Editorial Eduardo Aliverti. 16-03-2013

Realidades y ficciones Eduardo Aliverti.

 La mejor manera de relatar  una realidad,la mejor manera de hablar por muchos de nosotros.
Eduardo Aliverti, el tema Bergoglio y  un editorial impecable a su más puro  estilo y con la sana costumbre de pensar, además de ..."decir lindo"

Editorial ,Marca  De  Radio, sábado 16 de marzo de 2013

 
 Se produjo un hecho conmocionante. Para muchos, estremecedor. Noticiosamente
hablando, ni un marciano dejaría de comprender que deba ser así. El hecho está
surcado por monumentales cuestiones de fe (auténtica o anclada en la necesidad
supersticiosa de trascendencia, no importa), provenientes del fondo de los tiempos. Sin
embargo, si pasamos a la frialdad política, ¿lo que conmueve es una realidad o una
ficción?
La Iglesia Católica viene perdiendo adeptos sin parar, en todo el mundo. Las cifras
persisten en dar cuenta de que su universo abarca a un sexto de la población
planetaria, tomado a la bartola de lo que dicen las conquistas geográficas de sus reinos
atávicos y los textos constitucionales de cada país abarcado. Las estadísticas
dominantes se apoyan en eso, y jamás en la diferencia entre católico y creyente. Los
creyentes, a su turno, tampoco son divididos entre convicciones meramente personales
y participación activa en la vida de la monarquía eclesiástica romana. La crisis de
vocación sacerdotal es apabullante.

El dinero de sus fastuosidades, salvo por las estructuras educativas propias que subsidian los Estados adscriptos, y por sus entidades bancarias, está herido en el ala: sólo en Estados Unidos, 600 millones de dólares debieron destinarse a indemnizar a las familias de los menores violados por los curas a
cargo. Parece una bicoca para semejante poder divino, pero deja de serlo cuando se
toma nota de que, en el agregado conjunto, se suma la forma en que son avasallados
por los pastores electrónicos de la salvación inmediata. Esa ultraderecha evangélica sí
ha sabido qué hacer en sus edificios y sus medios de comunicación. Armó un show
permanente, abrumador, que, en lugar de castigos del más allá, imaginariza soluciones
llave en mano para cuanto drama tenga cada quien. Con eso sustrajeron del influjo
católico a incontables muchedumbres de las clases populares, mientras de las medias
gracias si consiguen hipocresía. A pesar de todo esto, dale que va y hay 1200 millones
de católicos. Nadie les pide explicaciones con respecto a de dónde provienen sus
números.

Y entonces aparece un Papa sacado de la manga y su rostro de bienhechor, al
revés del rictus pérfido de Ratzinger, basta y sobra para construir que todo cambiará,
casi, de la noche a la mañana. Como sucedió con el polaco. Humilde, austero. Le dijo a
su noviecita de sus doce años de edad que si ella le decía que no, él se hacía cura.

Viajador de transporte público. Atendedor personal de los llamados a la Curia
metropolitana después de las cuatro de la tarde, cuando ya su fiel secretaria se había
ido. Bingo. Los ricos tienen de Papa al pobre perfecto. ¿Y? ¿Dónde aplican las
efectividades conducentes de ese patrimonio de clase, cultural, presuntamente
dominador del imaginario colectivo?

El polaco, está bien, fue un ariete del huracán Reagan-Thatcher para culminar la obra del desastre soviético que, desde dentro de esa órbita, comenzaba a avizorarse cuando inició su papado. Pero eso fue hace treinta y
pico de años. La ciencia política no soporta que a coyunturas análogas se apliquen
diagnósticos idénticos, ni similares, con excepción de que la realidad lo indique. Wojtyla
fue a empujar lo que, de acuerdo con lo corroborado, se precipitaba a su declive
irreversible. No se trata de minimizar su papel, sino de ponerlo en justa medida.

¿Bergoglio qué va a hacer, para los amantes de las teorías conspirativas que señalan a
un Francisco latinoamericanamente comparable a lo que fue Juan Pablo II para Europa?
¿Va a conseguir que se acaben el chavismo, Correa, Evo, Cristina, el “lulaje” brasileño?

Veamos aplicaciones bien prácticas, ahora que como el Papa es argentino parece que la
Argentina será dada vuelta como una media en sus términos sociales o, mejor,
políticos. Fue con el Bergoglio arzobispo, y pretendido articulador de la oposición, que
salieron las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género. Y que se acentuó
la liberalización de las costumbres sociales. ¿Dónde estuvo el temible y sacrosanto
poder de la Conferencia Episcopal para evitarlo?

En ningún lado. Y seguirá ahí, en ningún lado. Por más que el Papa sea argentino. No es una frase. Es una constatación.Según tal aserto demostrado, ¿qué vendría a pasar? ¿Que como Bergoglio fue confesor
de Macri o adyacentes se termina el kirchnerismo? Reiteramos: esto es frialdad política.
No es para manipulados emocionales. Si el nuevo Papa hubiera sido otro, cualquiera, de
cualquier lado, ¿estaríamos hablando de su influencia? No. La noticia, aquí, habría
desaparecido, o poco menos, a las 24 horas.

En cambio, como es argentino se arma un combo triunfalista al que pronto se sumará la reina de Holanda más, siempre, Messi.
Qué tendrá que ver ese agrandamiento pasajero con los laburantes y la política real de
todos los días, es algo que el suscripto no logra explicarse con el excepto de que de
ilusión también se vive. O de que sobre todo se vive gracias a ella, quizá.
Las construcciones de imaginario son un ardid de la política, muy efectivo, que no agota su
capacidad de sorprender. Por ejemplo, eso de que se puede ser reaccionario en la
doctrina pero progre en lo social. O sea: estoy en contra de los divorciados, de los
homosexuales, del aborto aun en caso de mujeres violadas y discapacitadas mentales,
participo de una institución que protege pedófilos; pero mi opción es por los pobres y
vivo de modo franciscano.

Previo a que el mundo pareciera haber pasado a dividirse, tan dramática como
alegremente, entre antes y después de Bergoglio Papa, había a través de Junín la
enésima muestra de que La Bonaerense es una tragedia constante. Había la inflación, el
dólar blue, la polémica por la tarjeta única en los supermercados. Había que se lanzó el
dúo Solanas-Carrió, si Cristina seguiría confrontando, si la oposición no existiendo.
Resulta imposible advertir qué de todo eso, y de todo cuanto atraviesa y rodea a las
realidades y desafíos de la política argentina, podría cambiar tan siquiera en milímetros
debido a que el nuevo Papa nació en un barrio porteño.

El periodista lo charló con alguna gente, del costado ideológico propio y del opuesto. En ese orden, se encontró
con quienes simplemente manifestaron su irritación por el nombramiento de un
conservador que, encima, carga con la sospecha de haber sido colaboracionista de la
dictadura. Y en cuanto a quienes piensan diferente o muy distinto a uno, incluso con
algún basamento de formación política, apenas se halla la frivolidad de una contentura
simplota: el Papa es argentino, expresado al nivel de ganarle a Brasil la final de un
mundial de fútbol. Se lee y escucha a las gentes del análisis profesional (casi todos),
también de un palo y de otro, y ocurre lo mismo: enojo; nos dieron el Oscar; furia; qué
cara de bueno que tiene; como buen jesuita es un personaje maquiavélico; para acá es
un vigilante, para allá un revolucionario.

 Pero en ninguna parte, en ningún párrafo, en ninguna inflexión vocal, en ninguna firma, se descubre cuál es la respuesta a la pregunta de en qué nos puede cambiar la vida este hombre.
El Papa argentino. Uno ha llegado a indicarse: no haría a la lógica que tan abrumadora mayoría, hacia derecha e izquierda, apunte a la influencia inconmensurable o importantísima de que Bergoglio
sea Papa -por argentino, por latinoamericano, por no europeo, por jesuita, porque
viajaba en el subte A, porque es un gran actor, por lo que sea- y yo, uno, relativice
esas apreciaciones. El equivocado debe ser uno.

Por no darse cuenta de que si una corporación lleva más de 2 mil años de vigencia, más vale que por algo es (su inteligencia o la facilidad de montarse en el misterio de después la muerte, vaya a
saber). Por no ser una persona de fe religiosa, tal vez. Pero no hay caso. No convence.
No hay forma de que el Hollywood romano, y sus comunicadores locales e
internacionales, (me) persuadan de que el momento es histórico. ¿La Historia pasa por
que salió un Papa que paga el hotel en donde se alojó antes de la rosca cardenalicia?
¿La Historia pasa por que se fue a Ezeiza en remisse, y voló en clase turista? ¿Pasa por
rechazar traslados en limousina? ¿Esa elementalidad de quien se adjudica ser cordero
de Dios es la revolución que el mundo católico estaba esperando? Debe ser así. Que
necesitaban un “por lo menos”. Pero permítase disentir en torno a la profundidad de
esa revolución, porque como piso suena a techo. ¿Francisco llamará a un Concilio
Vaticano que les reconozca a las monjas capacidad de sacerdotisas? ¿Se animará a
admitir que debe aceptar identidades sexuales apartadas de lo que llaman
“naturaleza”? Así promoviera todo eso en lo doctrinario (los antecedentes no lo ayudan
ni un poquito), le faltaría un abismo antes de ser un pastor adverso a los poderosos. Y
entonces no se entiende de qué estamos hablando, cuando hablamos de un Papa con
atributos revolucionarios.

Sí se sabe, como tantas otras veces, que carecer de las respuestas no significa
equivocarse en las preguntas. Todo lo antedicho podría ser una tontería mayor. Pero
nunca tan grande como afirmar que basta un Papa argentino, con cara de santo y
actitudes sobreactuadas o genuinas, para deducir que la política se alteró por completo.

Eduardo Aliverti....

1 comentario :

Michael Madison dijo...

En la reacción ante la elección de Bergoglio creo que hay mucho de chovinismo y cholulismo, como así también un manotazo de la oposición para adquirir un poco de consistencia política.

Excelente tu nota, Eduardo. Gracias.