15/1/14

Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo


  «"¡El orden reina en Berlín!” ¡Estúpidos secuaces! Vuestro “orden” está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy .Socialismo o barbarie"»
(Rosa Luxemburgo)*




 «"Kaiser, generales, capitalistas y vosotros -Scheidemann que estranguláis a Bélgica, que devastáis el norte de Francia y queréis dominar el mundo entero- yo os desprecio, os odio, os declaro la guerra, una guerra que estoy dispuesto llevar hasta el final" »(Karl Liebknecht )










Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht son nuestros hermanos

Para nosotros Liebknecht no es sólo un líder alemán, igual que Rosa Luxemburg no es sólo una socialista polaca que se puso a la cabeza de los obreros alemanes... Ambos son nuestros hermanos; estamos unidos a ellos por lazos morales indisolubles.
¡Camaradas! Jamás repetiremos esto demasiado pues Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg estaban estrechamente unidos al proletariado revolucionario ruso.
La vivienda de Liebknecht en Berlín era el centro de reunión de nuestros emigrados.
Cuando se trataba de protestar en el parlamento alemán, o en la prensa, contra los servicios que prestaban los imperialistas germanos a la reacción rusa, nos dirigíamos a Karl Liebknecht. Él llamaba a todas las puertas e influía sobre todos -incluso sobre Sheidemann y Ebert- para determinarlos a reaccionar contra los crímenes del imperialismo.
Rosa Luxemburg lideró el partido socialdemócrata polaco que junto al partido socialista forman hoy el Partido Comunista.
En Alemania, Rosa Luxemburg, con el talento que la caracterizaba, profundizó en la lengua y la vida política del país y pronto ocupó un lugar destacado en el antiguo partido socialdemócrata.
En 1905, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg tomaron parte en todos los acontecimientos de la revolución rusa. Rosa Luxemburg fue incluso arrestada por su condición de militante activa y puesta bajo vigilancia tras su excarcelación de la ciudadela de Varsovia. Entonces pasó ilegalmente (1906) a Petrogrado y allí frecuentaba nuestros círculos revolucionarios. Visitaba a nuestros detenidos en las prisiones y nos servía en el sentido más amplio del término de agente de enlace con el mundo socialista de entonces. Pero además de todas estas relaciones personales, guardamos de nuestra comunión moral con ella -de esta comunión que crea la lucha en nombre de grandes principios y esperanzas- el más hermoso de los recuerdos.
Hemos compartido con ella la mayor de las desgracias que haya conocido la clase obrera universal -la vergonzosa bancarrota de la II Internacional en agosto de 1914. Y con ella levantaron la bandera de la III Internacional los mejores de entre nosotros, y la han sostenido con orgullo sin desfallecer un solo instante.
Hoy en día, camaradas, ponemos en práctica los preceptos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg en la lucha que mantenemos. Sus ideas nos inspiran cuando, en un Petrogrado sin pan ni fuego, trabajamos para construir un nuevo régimen soviético. Y cuando nuestros ejércitos avanzan victoriosos en todos los frentes, el espíritu de Karl Liebknecht y de Rosa Luxemburg también los anima.
En Berlín, la vanguardia del Partido Comunista aún no disponía de fuerzas suficientemente organizadas para defenderse. Aún no tenía un ejército rojo, como tampoco teníamos nosotros durante las jornadas de julio, cuando la primera oleada de un movimiento poderoso pero no organizado fue quebrada por bandas organizadas aunque poco numerosas. Aún no hay ejército rojo en Alemania, pero sí lo hay en Rusia. El ejército rojo es un hecho, día a día se organiza y es más numeroso.
Cada uno de nosotros tomará como un deber el explicar a los soldados cómo y por qué han muerto Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, lo que eran y el lugar que debe ocupar su memoria en el espíritu de todo soldado, de todo campesino. Estos dos héroes han entrado para siempre en nuestro panteón espiritual.
Aunque en Alemania no deja de extenderse la ola de la reacción, no dudemos por un instante que el octubre rojo no esté próximo.
Y ahora, dirigiéndonos al espíritu de los dos grandes difuntos, podemos decir: Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, ya no estáis en este mundo, pero seguís entre nosotros; viviremos y lucharemos animados por vuestras ideas, bajo el influjo de vuestra grandeza moral y juramos que si llega nuestra hora moriremos de pie frente al enemigo, como vosotros habéis muerto, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht.


Notas de la edición francesa. Primera publicación el 18 de enero de 1919, primera edición francesa en París, marzo de 1920, en la Revue Communiste, ediciones de la Internacional Comunista. Texto transcrito a partir de un ejemplar del Bulletin Communiste

Fuente:Archivo francés del MIA
 Marxists Internet Archive, 2001-





Dos historias  de lucha y el mismo final .




Monumento a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, Mies van der Rohe (1926)


La empujaron y golpearon. Rosa se levantó. Para entonces casi habían alcanzado la puerta trasera del hotel. Fuera esperaba un coche lleno de soldados, quienes, según le habían comunicado, la conducirían a la prisión. Pero uno de los soldados se fue hacia ella levantando su arma y le golpeó en la cabeza con la culata. Ella cayó al suelo. El soldado le propinó un segundo golpe en la sien.


El hombre se llamaba Runge. El rostro de Rosa Luxemburgo chorreaba sangre. Runge obedecía órdenes cuando golpeó a Rosa Luxemburgo. Poco antes él había derribado a Karl Liebknecht con la culata de su fusil. También a él le habían arrastrado por el vestíbulo del Hotel Eden.

Velatorio de Karl Liebknecht-Grabado  Käthe Kollwitz

En Alemania, ese partido bolchevique no existía y el trabajo de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht  era construir dicha organización antes de que los acontecimientos se precipitaran. Rápidamente formaron un periódico: Die Rote Fahne (La Bandera Roja). Trataron de coordinar los esfuerzos para constituir el Partido Comunista Alemán, cuestión que lograron a finales de diciembre de 1918.
No obstante la maquinaria contrarrevolucionaria se encontraba en marcha, la dirección del PSD encargó a Gustav Noske la organización de un cuerpo de voluntarios, o grupos paramilitares (Freikorps) en los cuales confiar, ya que en repetidas ocasiones los soldados se habían negado a ahogar en sangre a la revolución. Los Freikorps tenían un odio mortal contra todo lo que fuera organización obrera y por supuesto contra sus dirigentes, esto incluía al conjunto de los socialdemócratas. El tiempo se encargó de demostrar cómo al mismo tiempo que ejecutaban las órdenes de Ebert y Noske para ahogar en sangre a la revolución, adquirían confianza en sí mismos para tratar de acabar con el conjunto del movimiento obrero y tomar el poder ellos mismos. Los socialdemócratas de derecha pueden presumir de  haber ayudado a dar los primeros pasos a lo que después se constituiría como el partido Nazi.
Para enero, la tensión entre el gobierno y los obreros más concientes se agudiza: de una forma similar a las jornadas de julio rusas, los trabajadores responden a una provocación  montada en su contra con movilizaciones armadas, no obstante no había aún las condiciones para que las masas derrocaran al régimen de Ebert, de hecho la gran mayoría de los trabajadores creían que este último estaba con la revolución, de este modo, la provocación tenía como objetivo obligar a los trabajadores más radicalizados a lanzarse a la lucha para derrotarlos, y de este modo sofocar a la vanguardia que se organizaba y fortalecía.
Durante una semana, la primera de enero, la situación pareció incierta. Las masas, por cientos de miles se movilizaban pero no había ninguna estructura que les diera cohesión ni dirección, así que para el 9 de enero la vanguardia del movimiento se estaba quedando aislada: los trabajadores que participaron organizadamente no eran suficientes como para hacer frente a los destacamentos de Freikops que se habían concentrado en Berlín bajo un plan preestablecido. Karl y Rosa sabían que  estaban siendo conducidos a una trampa pero el partido, imbuido por el ambiente de agitación, no pudo establecer una política de conducción y simplemente se dejó llevar por la situación. A diferencia de la retirada organizada de los bolcheviques en julio de 1917.   El 12 de enero de 1919, una vez que quedó claro que la oleada de movilizaciones de masas había pasado, comenzó la cacería. El objetivo eran algunos miles de obreros y comunistas pero había particularmente la consigna de cazar y matar a Karl y Rosa.
El día 15 de enero fueron detenidos, torturados y asesinados, con el beneplácito de Ebert y Noske, los cuales, según las confesiones de los asesinos materiales, fueron comunicados sobre la detención y consultados sobre el destino de los detenidos.
Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo eran concientes de su posible fin. Muchos años antes, en 1906, Liebknecht había retomado una frase de Bebel que convirtió en su credo, cuyo espíritu lo impulsó a ir hasta donde estaba, claro que su seguridad personal era lo de menos:
"Hay situaciones en la vida de los partidos como en la de los pueblos en donde les es necesario alentar el combate enérgicamente, incluso a riesgo de una derrota"
Y posteriormente el mismo sentenció:
"Kaiser, generales, capitalistas y vosotros -Scheidemann que estranguláis a Bélgica, que devastáis el norte de Francia y queréis dominar el mundo entero- yo os desprecio, os odio, os declaro la guerra, una guerra que estoy dispuesto llevar hasta el final"
Rosa, con su confianza inquebrantable en el potencial revolucionario de las masas declaraba antes de morir:
"El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota”


 ROSA LUXEMBURGO: REVOLUCIÓN, INTERNACIONALISMO Y EMANCIPACIÓN



Monumento actual a Rosa Luxemburgo en la orilla de un canal del distrito de Tiergarten (sur de Berlín), lugar donde fue arrojado el cadáver de la líder comunista tras ser asesinada junto a su camarada Karl Liebknecht. 
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La noche del 15 de enero de 1919 los hombres del cuerpo de asalto asesinaron a Rosa Luxemburgo. Arrojaron su cadáver desde un puente al canal. Al día siguiente todo Berlín sabía ya que la mujer que en los últimos veinte años había desafiado a todos los poderosos y que había cautivado a los asistentes de innumerables asambleas, estaba muerta. Mientras se buscaba su cadáver,
un Bertold Brecht de 21 años escribía:

La Rosa roja ahora también ha desaparecido.
Dónde se encuentra es desconocido.
Porque ella a los pobres la verdad ha dicho
Los ricos del mundo la han extinguido.

Pocos meses después, el 31 de mayo de 1919, se encontró el cuerpo de una mujer junto a una esclusa del canal. Se podía reconocer los guantes de Rosa Luxemburgo, parte de su vestido, un pendiente de oro. Pero la cara era irreconocible, ya que el cuerpo hacía tiempo que estaba podrido. Fue identificada y se le enterró el 13 de junio.


Rosa Luxemburg o Rosa Luxemburgo (Zamosc, parte polaca del Imperio Ruso, 5 de marzo de 1871 – Berlín, Alemania, 14 de enero de 1919), quiza fue la mujer y teórica marxista mas importante del periodo revolucionario entre 1880 y 1918. Su padre fue Elías Luxemburg, comerciante de maderas judío, y su madre Line Löwenstein. Rosa tuvo cuatro hermanos mayores que ella y nació con un defecto en el crecimiento que la discapacitó físicamente toda su vida.
Con apenas 22 años Rosa Luxemburgo fundó en 1893 el periódico La causa de los trabajadores(Sprawa Robotnicza, junto a Leo Jogiches y Julian Marchlewski, alias ‘Julius Karski’), desde el que se criticaban las políticas nacionalistas del Partido Socialista de Polonia. Rosa Luxemburgo creía que una Polonia independiente sólo podía derivarse de una revolución proletaria en Alemania, Austria y Rusia. Ella mantenía que la lucha social frente al capitalismo era lo esencial, cuestionando en cierto modo el posterior concepto de derecho de autodeterminación de las naciones bajo el socialismo, desarrollado por Lenin, con quien sostuvo debates dialécticos al respecto. 

Militancia en el SPD alemánLucha frente al imperialismo y por el internacionalismo
En 1898 Rosa Luxemburgo obtuvo la ciudadanía alemana al casarse con Gustav Lübeck y se mudó a Berlín. Su capacidad política y dialéctica la llevó pronto a ser una de las portavoces del partido. Temible tanto hacia el exterior, frente a sus enemigos políticos y de clase, como hacia el interior del movimiento socialdemócrata, donde denunció repetidamente el creciente conformismo parlamentario del SPD frente a la cada vez más probable situación de guerra, Rosa insistió en que el conflicto entre capital y trabajo sólo podía ser superado históricamente si el proletariado tomaba el poder y se producía un cambio revolucionario en todo el contexto de los medios de producción. Quería que los revisionistas abandonaran el SPD, lo cual no tuvo lugar, pero al menos consiguió que el líder del partido, Karl Kautsky, mantuviera el marxismo en el programa del SPD; aun cuando su intención era exclusivamente aumentar el número de escaños en el Reichstag. Desde 1900 Rosa Luxemburgo expresó sus opiniones sobre los problemas económicos y sociales en varios artículos en periódicos de toda Europa. Sus ataques al militarismo alemán y al imperialismo se volvieron más insistentes conforme vislumbraba la posibilidad de una guerra en Europa, e intentó persuadir al SPD en el sentido de tomar la dirección opuesta. Rosa Luxemburgo quería organizar una huelga general que uniera solidariamente a todos los trabajadores europeos y así evitar la Primera Guerra Mundial, pero el líder del partido se opuso y esto provocó la ruptura de Rosa con Kautsky en 1910.

Relaciones con Lenin y otros líderes obreros
Entre 1904 y 1906 su trabajo se vió interrumpido a causa de tres encarcelamientos por motivos políticos. Sin embargo, Rosa Luxemburgo mantuvo su actividad política; en 1907 tomó parte en el V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) en Londres, donde se entrevistó con Lenin [el POSDR fue el partido de Lenin y los bolcheviques (sector mayoritario del partido) antes de su transformación en Partido Comunista a raíz de la Revolución socialista de 1917 en Rusia]. En el Segundo Congreso Socialista Internacional en Stuttgart (Alemania), presentó una resolución -que fue aprobada- para que todos los partidos obreros europeos se unieran en el objetivo de evitar la guerra.
Por esos años Rosa comenzó a enseñar marxismo y economía en el centro de formación del SPD en Berlín. Uno de sus alumnos fue el que más tarde se convertiría en líder del SPD y primer presidente de la República de Weimar, Friedrich Ebert, que tuvo mucho que ver en el desenlace final de la vida de Rosa Luxemburgo, como veremos más adelante.
En 1912, como representante del SPD, participo en los congresos socialistas europeos como el que tuvo lugar en París. Ella y el socialista francés Jean Jaurès propusieron que en el caso de que estallara la guerra, los partidos obreros de Europa debían declarar la huelga general. Al ocurrir el atentado de Sarajevo contra el archiduque Francisco Fernando y su mujer, que fueron asesinados el 28 de junio de 1914, y aparecer la guerra como algo ya inevitable, organizó varias manifestaciones (por ejemplo la de Fráncfort) llamando a la objeción de conciencia en el servicio militar y a no obedecer las órdenes. A causa de esto fue acusada de «incitar a la desobediencia contra la ley y el orden de las autoridades» y sentenciada a un año de prisión. Su detención, sin embargo, no se produjo inmediatamente, lo que le permitió tomar parte en una reunión de la dirección socialista en julio, en la que confirmó desoladoramente que el sentimiento nacionalista de los partidos obreros era más fuerte que su conciencia de clase.

Su ruptura con el SPD: antimilitarismo y fundación de la ‘Liga de Spartakus’
Activa militante del SPD alemán hasta 1914, año en que abandona este partido al considerar la adhesión del SPD a la “guerra entre imperialistas” desde el nacionalismo alemán como una traición a los principios de la Internacional. En efecto, tras comenzar la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, el SPD  hizo suya la política de Unión Sagrada, que consistía en colaborar con elKaiser (emperador del II Reich alemán) y los jefes del ejército para llevar a cabo la guerra, incumpliendo de esa manera los acuerdos de los congresos de la II Internacional en el sentido de oponerse a la guerra por todos los medios. Otro tanto sucedió con los socialistas franceses pese a la oposición de su líder, Jean Jaurès. La II Internacional saltaba en pedazos. Sólo un pequeño grupo de la izquierda del partido alemán mantiene los postulados antibélicos, agrupados en torno al diputado Karl Liebknecht, Franz Mehering, Clara Zetkin, Leo Jogiches y donde destacaría la figura de Rosa Luxemburgo. A partir de 1916 este grupo es conocido con el nombre de la Liga de Spartakus, (los espartakistas o espartaquistas en español) porque inicia la publicación de una revista que lleva por título Cartas de Spartakus (en memoria de Espartaco, héroe comunista de los esclavos sublevados en la antigua república de Roma hace más de veinte siglos).
El nuevo grupo rechazó el «alto el fuego» entre el SPD y el gobierno alemán del Káiser Guillermo II por la cuestión de la financiación de la guerra, luchando vehementemente en su contra e intentando provocar una huelga general. Como consecuencia de ello, el 28 de junio de 1916 Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron sentenciados a dos años y medio de prisión. Durante este tiempo escribió varios artículos usando el seudónimo de ‘Junius’, los cuales fueron sacados clandestinamente de la cárcel y publicados ilegalmente. En ellos se incluía el titulado «La Revolución rusa», en el cual criticaba a los bolcheviques y con lúcida anticipación avisaba del peligro de que se desarrollase una dictadura si se seguía el criterio bolchevique (aunque, sin embargo, continuó utilizando el término “dictadura del proletariado”). Fue en este contexto en el que escribió su famosa frase: «Freiheit ist immer die Freiheit des Andersdenkenden» (“La libertad siempre ha sido y es la libertad para aquellos que piensen diferente”).
En abril de 1917 se produce la escisión del SPD, surgiendo el USPD (Partido Socialdemócrata Independiente Alemán) que se opone a la guerra y propone una paz negociada. Los espartaquistas, aproximadamente un millar de militantes, se integran en el nuevo partido, que cuenta con unos cien mil afiliados. La gran mayoría de la clase obrera alemana y de las clases medias compartían el fervor nacionalista que se había suscitado al inicio de la guerra, sin embargo, las grandes perdidas humanas, las privaciones crecientes y el impacto de la Revolución rusa, fueron generando un gran descontento en el pueblo alemán. En 1917 se produjo un primer motín en la Flota de guerra. En enero de 1918 tuvo lugar una huelga general que siguieron un gran numero de ciudades, formándose los primeros consejos obreros a semejanza de los soviets (consejos) rusos. El gobierno reaccionó mediante la represión de los trabajadores, pero hubo una nueva huelga en Berlín en abril en 1918 organizada por los llamados delegados revolucionarios, militantes independientes de los partidos, que gozaban de la confianza de sus compañeros.

La paz y la señal para la revolución… o la reforma
En octubre de 1918 se sublevaron las tripulaciones de los barcos de guerra anclados en el puerto báltico de Kiel, lo que fue el detonador de una gran ola revolucionaria en toda Alemania. De Kiel la revolución se extiende a Hamburgo, Holstein, Hannover, Brunswick, Colonia, Munich, Rostock, Leipzig, Dresden, Stuttgart, Núremberg y otras ciudades… El dirigente del SPD, Scheidemann, proclama en el Reichstag la “Republica Alemana”. Dos horas después, Liebknecht proclama ante los manifestantes la “República Socialista Libre de Alemania”, pero pronto quedara claro que será la primera declaración la que prevalezca.
El surgimiento de los consejos de obreros y de soldados en toda Alemania es una creación espontánea de las masas, influidas -sin duda- por el ejemplo ruso, pero al mismo tiempo esos consejos, penetrados por oficiales burgueses del ejercito, son mayoritariamente socialdemócratas en su composición y sus aspiraciones coincidían con los objetivos reformistas de las cúpulas del SPD y el USPD: conclusión inmediata de la paz, abolición de la monarquía, instauración de la republica parlamentaria, reformas sociales, etc. Para superar la -para ellos- peligrosa fase revolucionaria, el SPD levantará la bandera de la unidad socialista (reunificación del SPD y del USPD), con un apoyo mayoritario en las asambleas multitudinarias que se suceden por toda Alemania.
Frente a esta “situación acomodaticia”, se levantarán los espartaquistas y otros grupos de la izquierda revolucionaria alemana. Éstos, secundados en cierta medida por el ala izquierda del USPD, hacen un llamamiento a las masas a profundizar la revolución y a transformarla en socialista, explicando que, para alcanzar esos objetivos, es necesaria la lucha armada para hacer frente a los militares de la burguesía y a los propios dirigentes socialdemócratas, a los que califican de traidores y contrarrevolucionarios. Pero la correlación de fuerzas les es adversa. Entre el 16 y el 20 de diciembre de 1918 se reúne el I Congreso de consejos de soldados y obreros de Alemania. De 480 delegados; 292 son del SPD, 84 del USPD, 11 pertenecen al grupo de extrema izquierda Unión de Revolucionarios y 10 a la Liga Spartakus.
La división estratégica entre ambos bloques, reformista-parlamentarista y revolucionario-bolchevique se fraguó antes, en noviembre, cuando el SPD consigue, en el marco del proceso de transición hacia la república tras la abdicación del Káiser Guillermo II, dos importantes iniciativas políticas: la primera que es el socialdemócrata Ebert quien asume el cargo de canciller alemán de manos del príncipe Max de Bade, presidente interino tras la abdicación de Guillermo II. La segunda iniciativa consistió en logra atraer al USPD hacia un gobierno unitario dejando fuera a los espartaquistas. El 10 de noviembre Ebert anuncia la formación de un nuevo gobierno con tres ministros de cada partido que presenta en un gran mitin en el Circo Busch de Berlín.

En ese mismo acto Karl Liebknecht, líder junto a Rosa Luxemburgo de los espartaquistas ocupa la tribuna para -entre otras cosas- afirmar que la Revolución Alemana “está amenazada por los que hoy marchan con la revolución y ayer estaban contra ella”. En alusión a los príncipes, generales y dirigentes socialdemócratas que habían pactado la salida republicana parlamentaria. También manifiesta que “los enemigos de la revolución utilizan pérfidamente para sus propios fines la organización de los soldados”, aludiendo a la hegemonía del SPD entre los consejos de soldados que incluían a mandos de alto grado que se habían pasado al campo republicano, frente a los consejos de los obreros, con mayor predominio revolucionario… pero voces de “¡unidad!”, “¡unidad!” ahogaron las palabras de Liebknecht.


Rosa Luxemburgo y los espartaquistas fundan el Partido Comunista de Alemania

Los espartaquistas permanecen un mes y medio más en el USPD, para a finales de diciembre de 1918 lanzar un ultimátum a su dirección para romper con el proceso farsa liderado por los generales y el SPD. El ultimátum es rechazado y en las navidades de 1918 la Liga Espartaquista celebra una Conferencia Nacional en la que decide formar, junto a otros pequeños grupos, el Partido Comunista de Alemania (KPD Spartakusbund, en alemán) que celebra su congreso fundacional el 30 de diciembre, con su órgano de expresión Die Rote Fahne (La Bandera Roja) y varios miles de militantes distribuidos por toda Alemania, pero poca fuerza aún en Berlín.
En el Congreso triunfan los planteamientos de Rosa Luxemburgo, quien plantea la lucha por el poder revolucionario sobre la base de ganar previamente el apoyo mayoritario de las clase trabajadora, que mayoritariamente confiaba en la socialdemocracia. La tarea inmediata de los espartaquistas (ya comunistas) debía consistir en impulsar las luchas parciales de los trabajadores y difundir entre ellos el programa revolucionario socialista. Otros, que con el tiempo ganarían para su causa a Liebkneck, abogan por una conquista inmediata del poder, al modelo ruso, olvidando que en Alemania en noviembre ya se había firmado la paz, con lo que esa bandera, además de la de los campesinos, netamente conservadores en Alemania, les privaba de las mismas condiciones que habían tenido en Rusia los seguidores de Lenin. Estas diferencias estratégicas tuvieron su consecuencia en las decisiones tácticas; por ejemplo en la decisión final, frente a la opinión de Rosa Luxemburgo, de no participación en las elecciones a la Asamblea Nacional constituyente de la Republica alemana de Weimar. [El KPD fue, ya entrada la década de 1930, el partido comunista más poderoso y masivo de Europa Occidental, con una fuerza creciente en relación con el SPD. Los comunistas alemanes consiguieron 100 escaños en el Reichstag en las elecciones de 1932].

La revolución que no pudo ser… “Una ‘mujer diabólica’ y un tipo ‘dispuesto a jugarse el todo por el todo’ al frente de los espartaquistas”
En enero una segunda ola revolucionaria sacudió Alemania, aunque lgunos de los líderes del KPD -incluída Rosa Luxemburgo- no la deseaban promover previendo que iba a acabar mal (aunque otros intentaron aprovecharse). La situación se precipita cuando, tras una crisis de gobierno con la USPD, el canciller Ebert decide destituir a principios de 1919 al prefecto de policía de Berlín (Eichhorn, del USPD). El comité berlinés del USPD, los delegados revolucionarios y el KPD convocan una manifestación de protesta el 5 de enero en Berlín que cuenta con decenas de miles de participantes. Los representantes de las tres organizaciones convocantes deciden continuar la acción y los manifestantes ocupan los locales de varios diarios y algunas dependencias del gobierno como la prefectura de Policía. Se declara la Huelga General y se convoca una manifestación para el día siguiente.
En respuesta al levantamiento, el líder socialdemócrata Friedrich Ebert utilizó a la milicia nacionalista, los «Cuerpos Libres» [Freikorps, posteriormente el germen de las primeros grupos nazi-fascistas alemanes], para sofocarlo. El SPD da “plenos poderes” a Gustav Noske, gobernador de Berlín y miembro del ala derecha del SPD, para organizar la represión en colaboración con los jefes militares a través de los cuerpos libres, milicias paramilitares con oficiales de confianza y mercenarios a sueldo. Uno de los jefes de esos cuerpos libres, el general Maercker arenga a sus hombres dándonos algunas claves sobre el conflicto: “Yo soy un viejo soldado. Durante 34 años he servido a tres emperadores. Amo y venero a[l Káiser] Guillermo II igual que el día en el que le presté juramento. Pero ahora el gobierno imperial ha sido reemplazado por el del canciller Ebert. Y este gobierno se encuentra en una situación muy difícil. Esa Rosa Luxemburgo es una mujer diabólica y Karl Liebknecht un tipo decidido a jugarse el todo por el todo [...]“.
Entre los días 11 y 14 de enero de 1919 se produjeron duros combates en Berlín. El gobernador Noske lanza a los cuerpos francos en ofensiva el día 11, recuperando en los días siguientes los bastiones de los revolucionarios y la Prefectura de Policía. Tanto Rosa Luxemburgo como Liebknecht fueron capturados en Berlín el 15 de enero de 1919, siendo asesinados ese mismo día. Rosa Luxemburgo fue golpeada a culatazos hasta morir y su cuerpo fue arrojado a un canal cercano. Liebknecht recibió un tiro en la nuca, y su cuerpo fue enterrado en una fosa común. Otros cientos de miembros del KPD fueron asesinados y sus comités suprimidos.


Algunas consecuencias de la Revolución alemana: la Historia rectifica a Marx

La historia demostró que Marx subvaloró las fuerzas del imperialismo y del nacionalismo para que la revolución no triunfase en la industrializada Alemania y sí en la depauperada y campesina Rusia.
La desaparición en enero de 1919 de la figura de Rosa Luxemburgo nos privó prematuramente de una de las mujeres con más relieve en la historia de los teóricos e intelectuales del socialismo. Quizá por compartir con Carlos Marx un origen judío, liberada de falsos chauvinismos, entendió de una manera muy precisa el internacionalismo como estrategia fundamental para la causa de la clase trabajadora, enfrentada en su época a penosas condiciones de explotación y al imperialismo, y combatiendo asimismo las desviaciones nacionalistas y reformistas del movimiento socialdemócrata. La muerte de Rosa Luxemburgo privó al socialismo internacional de una de sus mas eminentes teóricos marxistas y facilitó, por el contrario, el desarrollo de tendencias sectarias en el seno del KPD y de la propia Internacional. Sus críticas al menosprecio por ciertos aspectos formales de la democracia (participación de los comunistas en asambleas, elecciones, etc.) y a las estrategias que condujeron al triunfo de la teoría del “socialismo en un solo país” que terminó imponiendo Stalin tras la muerte de Lenin, marcaban un contrapunto cuya evolución hubiera sido interesante para el movimiento comunista internacional. Pero habrá otros hombres y mujeres que retomaron su antorcha, y a las que pretendemos seguir rindiendo homenaje en estas páginas.


Rosa Luxemburgo fue una de las primeras mujeres intelectuales del movimiento obrero. Junto aClara Zetkin, o la española Dolores Ibarruri y un escaso pero significativo número de otras mujeres que, en lo que hoy calificaríamos como una sociedad terriblemente machista, se atrevieron a compartir debates, luchas y aventuras con sus homólogos masculinos.
Algunas de las obras de Rosa Luxemburgo publicadas en castellano son Reforma o Revolución(1900), Huelga de masas, partido y sindicato (1906), La Acumulación del Capital (1913) y La revolución rusa (1918), donde plantea una crítica constructiva a la misma y sostiene que la forma soviética de hacer la revolución no puede ser exportada a otros países; aunque defiende al mismo tiempo la vigencia de la “dictadura del proletariado” como estadio histórico previo al comunismo.


Fuente: www.cubadebate
 Texto: José Gabriel Zurbano* / Ciudad futura
* Historiador.


3 comentarios :

Unknown dijo...

Impresionante historia la de estos luchadores y luchadoras, que dieron su vida por un mundo mejor y más justo.

hebe dijo...

queda claro siempre siempre vale la pena la lucha increible pero creible la vida de estos luchadores/as!!!! siempre elijo morir luchando jamás dejaré la rebeldia

cpm dijo...

Iris , Hebe, son dos nombres valiosos en la lista de aquellos que nos marcar el camino, vale difundirlos y tratar que nadie los olvide , abrazo a las dos!!!