Excelente. impecable y hasta reiterativo desde la perfección, es Eduardo Aliverti y su editorial sobre la salud de Cristina.....
De lo leído y escuchado hasta ahora, lejos...lo mejor!!!…….
La enfermedad de
Cristina le pone al cierre del año una angustia que contrasta con el panorama socialmente apacible, e intelectualmente muy
atractivo, observado en diciembre. Cuatro factores contribuyen, sin
embargo, para que
esta zozobra tenga dimensiones menores respecto de lo esperable y sucedido en
otros casos. Por empezar, y como lo reconoció en forma unánime la prensa
opositora, la información oficial fue clara, precisa, contundente. No se jugó al misterio. No se dejó espacio para especulaciones jodidas. Fue la propia jefa de Estado quien desdramatizó el cuadro en su primera aparición pública tras la noticia, hasta el punto de permitirse bromear consigo misma y con el vicepresidente. Hay un pronóstico de curación que los especialistas, sin excepciones, califican como altamente favorable. Y por último, o ante todo, rige la confianza que despierta esa fortaleza ya demostrada de esta mujer excepcional. Así, a secas, cualquiera fuere la valoración política que su figura despierte; incluyendo el odio, porque no se odia a un mediocre. Estas características del episodio y de la persona afectada no deben minimizar lo inquietante de la situación, pero sí habilitan a que se pueda y deba proseguir con el análisis político general. O en otras palabras, no es que no pase nada. Es que la claridad informativa, la ciencia y las particularidades de Cristina compelen a que se siga el ejemplo, en vez de sumirse en una depresión inconducente.
opositora, la información oficial fue clara, precisa, contundente. No se jugó al misterio. No se dejó espacio para especulaciones jodidas. Fue la propia jefa de Estado quien desdramatizó el cuadro en su primera aparición pública tras la noticia, hasta el punto de permitirse bromear consigo misma y con el vicepresidente. Hay un pronóstico de curación que los especialistas, sin excepciones, califican como altamente favorable. Y por último, o ante todo, rige la confianza que despierta esa fortaleza ya demostrada de esta mujer excepcional. Así, a secas, cualquiera fuere la valoración política que su figura despierte; incluyendo el odio, porque no se odia a un mediocre. Estas características del episodio y de la persona afectada no deben minimizar lo inquietante de la situación, pero sí habilitan a que se pueda y deba proseguir con el análisis político general. O en otras palabras, no es que no pase nada. Es que la claridad informativa, la ciencia y las particularidades de Cristina compelen a que se siga el ejemplo, en vez de sumirse en una depresión inconducente.
El año que se va
termina políticamente como empezó. Es un dato en extremo significativo, porque en medio de esa realidad -vista a
escala nacional- pareció haber otra. Desde los
primeros comicios, catamarqueños, y
luego en los
sucesivos provinciales, hubo la demostración de que el favoritismo por
lo K sería concluyente. Contra toda la prédica del grupo periodístico otrora
hegemónico, esa evidencia se veía venir. Pero la cortó el triunfo de Macri y la extraordinaria
elección del semialfabetizado líder de Los Midachi. Las huestes de Magnetto & Cía se
refregaron manos y sentimiento de venganza. Hablaron de “hundimiento” del kirchnerismo; de
fin de ciclo; de todo
aquello que ya
los había hecho
sentir invulnerables durante
el conflicto con
la
gauchocracia. Estaban en eso cuando llegaron las primarias,
para desayunarse con sapos y culebras.
Lo que pensaban
obvio se desnudó
como fantasía, aunque
el suscripto insiste con su teoría de que la meta jamás fue
ganar.
Quisieron condicionar, que por cierto es una variante de triunfo pero no implica
poder directo. Se les cayó todo, comenzando por que, sin el esposo, Cristina quedaría
en deriva anímica y política, obligada a negociar.
Nunca supusieron que
algún impresentable de
la oposición
ocuparía lugar expectante. Sabían que Duhalde es hace tiempo
un cadáver político, el sanluiseño una extravagancia chistosa y Carrió una pérdida del
sano juicio. De últimas, pusieron piezas simiescas en Binner pero no más que para
amortiguar. Las fichas se empujaron entre sí
y los mismísimos sectores del establishment -salvo
Clarín- admitieron que es Cristina o un abismo de control
complicado. A más, y según se corresponde con la historia, los peronistas díscolos fueron
alineándose con la jefatura irrebatible surgida de las urnas.
Acaban el año tunéandolo a
Moyano en contra del Ejecutivo, justo cuando la CGT no corta ni pincha salvo para
bravatas cuyo resultado no es otro que el aumento de la popularidad presidencial. Las tribus de la clase dominante se prosternan ante la certidumbre de que no hay mejor
conducción capitalista que la vigente. Las atemoriza, naturalmente, a dónde podría irse a
parar con esto del relato
rebelde, la renacida
politización de franjas juveniles,
el devalúo de los
referentes mafiosos con quienes pudieron negociar toda la vida. Tienen
cosquillas intensas pero no pueden hacer mucho porque, encima, los vientos regionales
también les operan en contra. Así ocurriera que las tempestades de la crisis
financiera mundial afecten a la Argentina todavía básicamente agroexportadora, la capacidad
de amistad popular y movilización entronizadas en el kirchnerismo, o como desee
denominarse a este modelo o proyecto, lleva varios cuerpos de ventaja sobre el chirle
dinamismo de la derecha.
Ese diagnóstico -que
comparten casi todos los referentes políticos, empresariales, sociales, culturales- facultó que en la despedida de 2011
haya pensamiento crítico, potenciado, desde el propio palo K. Carta Abierta, sin ir
más lejos, reconoce que Moyano no es el enemigo y que sus reivindicaciones,
aristocracia obrera aparte, son lo mínimo que debe esperarse del aliado corporativo-sindical de
un gobierno populista (en el mejor sentido de la expresión). Los reaccionarios de
siempre están como bola sin manija, tomándose de alguna grieta dejada por intelectuales
como Feinmann El Bueno; o de las imágenes prácticamente eternas de una provincia
como Santa Cruz, a la que se le dio por
hacer confluir un
gobernador inepto y
unas conducciones gremiales
arrebatadas.
Vamos a terminar en
primera persona del singular y con una analogía que a quien habla le llevó un rato de decisión, por temor -no del todo
despejado- a que pudiese considerársela de gusto dudoso. Pero, al cabo, primó que no
tiene por qué haber dudas sobre mi buena leche. Entre los tantos médicos escuchados en
estas horas, registré -término más, término menos- la siguiente frase: “Si uno
supiera que le tocará tener cáncer, y
pudiera elegir, debería elegir el que le tocó a Cristina, porque está a la
cabeza de los curables” .Entonces pensé
en la sinonimia entre esa aseveración profesional y lo
que llamaríamos un orden aproximadamente justiciero de las
cosas políticas, en función de los merecimientos personales. O sea, y por más que suene
a berretada mística: si a Cristina le tocó otra prueba grave, pero siendo que no tan
grave como para tumbarla, debe ser porque se merece más oportunidades de seguir
haciendo lo que hace bien.
Debe ser porque, vamos Nietzche todavía, lo que no destruye fortalece. Debe ser porque este país necesita esa fortaleza de esta mujer, que es institucionalmente más grande que la de todo el resto político junto. Debe ser que no es bueno que se penda del hilo de una conducción tan personificada, pero que a la vez hay las etapas históricas en que eso es imprescindible para continuar avanzando. No hace falta ser un cientista político para advertir que la enfermedad de Cristina conmocionó a todo el arco dirigencial -derecha recalcitrante incluida- no sólo por lo que la noticia provoca per se sino, en el caracú, porque nadie quiere imaginarse, ni muchísimo menos asumir en
Debe ser porque, vamos Nietzche todavía, lo que no destruye fortalece. Debe ser porque este país necesita esa fortaleza de esta mujer, que es institucionalmente más grande que la de todo el resto político junto. Debe ser que no es bueno que se penda del hilo de una conducción tan personificada, pero que a la vez hay las etapas históricas en que eso es imprescindible para continuar avanzando. No hace falta ser un cientista político para advertir que la enfermedad de Cristina conmocionó a todo el arco dirigencial -derecha recalcitrante incluida- no sólo por lo que la noticia provoca per se sino, en el caracú, porque nadie quiere imaginarse, ni muchísimo menos asumir en
cuanto a responsabilidad de mando, lo que podría pasar si al
frente de este país no está
esta mina. Será que si en lo individual toca la mala aunque
no tanto, en la política debe
ser que esa puerta abierta indica el camino más adecuado.
Lamento terminar probablemente más cursi que profundo. O quizá, y ojalá, deba festejarse que sea al
revés.
Eduardo ALiverti .
Marca de Radio, sábado 31 de diciembre de 2011.
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