14/3/14

Berni, su historia , sus desocupados, sus manifestantes y sus Juanitos-



 Era el menor de tres hermanos y el hijo de un sastre de origen piamontés, uno de los tantos inmigrantes europeos que se instalaron en la “Chicago argentina”. Cuando su padre murió, a los 14 años, Antonio se fue a vivir con su madre y sus hermanos a una chacra de la localidad de Roldán.
En Rosario cursó hasta el cuarto año del Colegio Nacional y comenzó sus estudios de dibujo en la Academia de Arte (el Centre Catalá), con los maestros Eugenio Brunells y Enrique Minné. Cuando cumplió 10 años ingresó como aprendiz en un taller de vitrales. A los quince años,  Berni ya había elegido su vocación en la vida y lo consideraban un joven prodigio.  Realizó una primera exposición de 17 óleos (paisajes suburbanos y estudio de flores) y fue invitado en 1920 a exponer en Rosario y en Buenos Aires.

Con veinte años, consiguió una beca del Jockey Club de Rosario y en noviembre llegó a Madrid recorriendo durante tres meses España: Segovia, Toledo, Córdoba, Granada y Sevilla, ciudades monumentales cargadas de historia en las que tuvo la oportunidad de conocer las obras de los maestros españoles (Velázquez, El Greco, Zurbarán o Goya), que le causaron una profunda impresión.
En febrero de 1926 viaja a París, la ciudad que era considerada la capital del arte. El pintor descubrió las vanguardias y se inició en algunas de las técnicas (grabado y collage) y los estilos (fauvismo y surrealismo) que se integrarían a sus futuras obras. Recibió clases de pintura del neocubista francés André Lothe y del fauvista Othon Friesz, que ejercieron gran influencia en su estilo, y aprendió la técnica del grabado con Max Jacob.

Integró por esa época el círculo de artistas argentinos conocido como el Grupo de París. Conoció al pintor Lino Eneas Spilimbergo, del que se hizo amigo y con el que trabajaría en muchos proyectos a lo largo de sus vidas. Conoció también al filósofo marxista Henri Lefebvre, quien le presentó al poeta surrealista Louis Aragon, con quien Berni compartió las ideas sobre el compromiso del arte con la revolución.
El surrealismo fue su estilo durante la década de 1930 (Objetos en el espacio, 1931; La siesta y su sueño, 1932) y hoy se lo menciona como uno de los primeros artistas latinoamericanos de estilo surrealista. Para Berni el surrealismo “es una visión nueva del arte y del mundo, la corriente que representa a toda una juventud, su estado de ánimo, su situación interna, después de terminada la Primera Guerra Mundial. Era un movimiento dinámico y realmente representativo”.

Cuando regresa a Argentina en 1930, junto a Spilimbergo y el mexicano Siqueiros, recibieron el encargo de realizar un mural en Rosario (Mural Botana, 1933).


 Tras la experiencia, el estilo pictórico de Berni se inclinó hacia una pintura comprometida, de una realidad muy distinta a la que conoció en París, un estilo conocido como realismo social narrativo (Manifestación, 1934; Chacareros, 1935), característico del continente americano, pero con diferencias entre los países del continente.

Se instaló en Rosario, ciudad de una vida cultural muy rica, donde Berni desarrolló una gran actividad política, creó la Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plásticos y se afilió al partido comunista. Ante la crisis económica y los problemas políticos y sociales que atravesaba el país y el mundo a partir de 1930, la producción de Berni se vuelca hacia un realismo crítico. En 1933 fundó el grupo “Nuevo realismo”, que convertiría lo cotidiano en objeto del arte.

 Por esos años, viajó por todo el país para conocer la realidad social e investigar la vida cotidiana de las distintas regiones, hasta que en 1936 se instaló definitivamente en Buenos Aires donde comenzó a dar clases de dibujo en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Además, fue nombrado presidente de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos

“El artista está obligado a vivir con los ojos abiertos y en ese momento (década del 30) la dictadura, la desocupación, la miseria, las huelgas, las luchas obreras, el hambre, las ollas populares crean una tremenda realidad que rompían los ojos”, diría por el año 1976.

En 1943 obtiene el Gran Premio de Honor del Salón Nacional y al año siguiente, con Spilimbergo, Castagnino, Urruchúa y Colmeiro, crea el primer “Taller de Pintura Mural”.  Para entonces ya era un artista consagrado y, junto con su amigo Spilimbergo, recibe el pedido de hacer un mural para el pabellón argentino de la Feria Mundial de Nueva York (Agricultura y Ganadería), al que siguieron los de la Sociedad Hebraica, realizado en 1943, y el de las Galerías Pacífico, de 1946.
Berni adquirió un estilo expresionista y pintó en la década del cincuenta algunos paisajes suburbanos: Villa Piolín, La casa del sastre (1957); La iglesia, El tanque blanco, La calle, La res, Carnicería (1958). También son de esa época Negro y blanco, y Utensilios de cocina sobre un muro celeste (1958). En la década de 1960 retomó su interés por retratar los personajes que lo rodeaban, como instrumento para hacer realismo social.
En los años sesenta, Berni desarrolla la saga de sus dos personajes-ícono: Juanito Laguna, un niño que vivía en una villa miseria; y Ramona Montiel, una prostituta. Él, de los suburbios de Buenos Aires, y ella, de los sórdidos prostíbulos parisinos. En 1962 recibió el Premio Internacional de Grabado y Dibujo de la Bienal de Venecia. Para 1965 se organiza una retrospectiva de su obra en el Instituto Di Tella, donde exhibe la serie de los monstruos polimatéricos.

En la década de los setenta realizó trabajos escenográficos y decorativos, además de ilustraciones y colaboraciones para revistas de todo el mundo.

 Los medios gráficos fueron siempre un importante canal de distribución de su obra y de contacto popular. Continuando con sus series populares  creó su personaje de La difunta Correa, que llegó a convertirse en un mito popular. Su pintura estaba dominada ya por la técnica del collage. En sus últimos años, realizó también esculturas.

En 1976, Berni se traslada a  Nueva York, donde pintó, realizó grabados, collage, y presentó en la Galería Bonino una muestra titulada La magia de la vida cotidiana. Durante su estadía en esa ciudad, hizo 58 obras que quedaron en la galería para una muestra en Texas que nunca se realizó. En 1982, después de su muerte, llegaron a Buenos Aires.
Unos días antes de morir, en una entrevista, sentó postura sobre lo que había sido su obra: “El arte es una respuesta a la vida. Ser artista es emprender una manera riesgosa de vivir, es adoptar una de las mayores formas de libertad, es no hacer concesiones. En cuanto a la pintura es una forma de amor, de transmitir los años en arte”.
Antonio Berni falleció en Buenos Aires el 13 de octubre de 1981, a los 76 años.
(Autor Marcelo Dosa  )
 Los Juanitos de Berni-
“Hace mucho tiempo, en una de mis caminatas de solitario observador, llegué a una de esas tristes barriadas de los suburbios de Buenos Aires. Así me encontré en medio de una villa miseria, que esa tarde, quizá por un estado anímico especial, me impresionó más profundamente que otras. Volví a casa y empecé a dibujar. Cuando quise llevar mis apuntes a la tela, me di cuenta de que ni los óleos, ni la témpera, me alcanzaban. No me satisfacían para expresar ese hiperrealismo que me interesaba tratar. Fue así como descubrí que en los baldíos, en las calles pobres, estaba diseminado, como un decorado patético, todo el material que componía ese mundo. Allí estaban aquellos pedazos de lata herrumbrada, cajones de madera rotos, escobas viejas, chapas alquitranadas…Antes de elegir esos materiales, los sentí, testimonios mudos y aparentemente sin importancia de una terrible realidad. Incorporándolos a las telas, conseguí darle a mi pintura el realismo incisivo que yo me proponía dar, que necesitaba expresar”.
 Berni, escritos y papeles privados. Entrevistas.Marcelo Pacheco




Desde que en 1920, siendo aún un niño, Antonio Berni expuso por primera vez en su Rosario natal, sesenta y un años de trabajo incansable y compromiso con el arte, jalonaron su trayectoria creativa e intelectual, puesta al servicio de las preocupaciones y desvelos del hombre de su tiempo. Sus primeros paisajes dieron cuenta de su entorno familiar y de distintos aspectos de su país. Europa lo conectó con los tesoros de la tradición artística y cultural, así como con las más renovadoras vanguardias estéticas y filosóficas.
En 1932 introdujo el surrealismo en las artes visuales argentinas, pero pronto, respondiendo a las acuciantes necesidades sociales y políticas de su país y del mundo, se embarcó en la elaboración de un moderno realismo crítico, cuya perspectiva militante e implacable penetración nunca abandonó.

Fuentes:
Adriana Lauria y Enrique Llambías (Cultura Ciudad de Buenos Aires) 
abrocomillas.com.ar




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