Por
Director de Miradas al Sur.
Demasiadas páginas escriben por estos
días Clarín y La Nación destinadas a ver manos negras detrás de la
implosión que sacude a la UIA. Ninguna de ellas está en la dirección de
pensar que otros aires se afirman en la Argentina y en la región.
Trabajar de editor en La Nación debe ser
una cosa excitante. Brinda la posibilidad, al menos, de deschavar los
sentimientos gorilas. O, dicho de otro modo, de intentar deschavizar el
mundo empresarial. El domingo pasado, sin rubor ninguno, el diario de
los Mitre salió a despotricar contra la soberanía. Una entrevista al
número uno de la aseguradora Allianz fue titulada así: “Lo que pasa con
el reaseguro no ocurre ni siquiera en Venezuela”. Y el lector de Tiempo
Argentino dirá: “¡Uy! ¿Qué pasa con los seguros?” La Nación lo aclara:
la Superintendencia de Seguros de la Nación dispuso que las aseguradoras
sólo podrán contratar reaseguros en empresas que estén instaladas en la
Argentina y acrediten tener un capital mínimo. Es decir, ninguno de los
fantasmas que uno pueda imaginar.
No se trata de comer chicos como
hacía Fidel Castro según Life, sino simplemente que la multinacional
Allianz pueda buscar los reaseguros en el mercado estadounidense. En la
entrevista, el mismo CEO en la Argentina, Edward Lange, explica que
salió en el Boletín Oficial la resolución. El periodista del diario de
los Mitre le pregunta cuál es el argumento. El californiano Lange lo
dice sin pelos en la langue (con perdón del afrancesamiento): “Lo que
quieren es evitar que todo ese flujo de dinero se vaya al extranjero.”
¡Bingo! El californiano Lange, de sonrisa y jopo relucientes, debe haber
quedado feliz con la entrevista que sus operadores de prensa –y sus
jugosos avisos comerciales– le pactaron con La Nación.
Cabe preguntarse
si sus lectores, que se supone viven en la Argentina, toman dimensión
del atropello de Lange. Él mismo aclara después de cuánto está hablando.
Según el CEO, el nuevo superintendente de Seguros, Francisco Durañona y
Vedia, quiere que “de los 1500 millones de dólares que se van
anualmente, hay que dejar algo en el país”. Así lo dice Lange, según lo
habría dicho Durañona y Vedia. Queda preguntarse si los lectores de La
Nación están tan colonizados como para creer que hay que estar en contra
de “dejar algo en el país”.
La última respuesta de la entrevista es
así: “El mundo tiene un reaseguro igual que el que había acá hasta hace
una semana. Esto no ocurre ni siquiera en Venezuela.” Seguramente el
mundo que conciben algunos CEO por el cual una buena nota en La Nación
desasegura al funcionario. Pero ese mundo, desde hace un tiempo, no
funciona. Al menos en la Argentina. El californiano Lange quizá piensa
que en la Argentina triunfa el discurso del rey, tal como en la
californiana Los Ángeles se alzó con el Oscar la película homónima el
mismo domingo en que él salió sonriente en La Nación.
UNIÓN
¿INDUSTRIAL? ARGENTINA. Techint, por muchos años, manejó con mano de
acero la UIA. También lo hizo con algunas oficinas públicas;
particularmente la Secretaría de Industria y hasta el Ministerio de
Economía ponían más atención a los lineamientos que salían de la oficina
de los Rocca que de la misma Casa Rosada. La crisis desatada en la
conducción de la central empresarial es mucho más que una cuestión
dirigencial. El país fue acumulando fuerzas en un rumbo, consolidando un
modelo de desarrollo del mercado interno y, al compás, aparecieron
nuevos actores. Uno de ellos, reapareció de sus propias cenizas. En
efecto, las pequeñas y medianas empresas, y aun las grandes empresas de
capital nacional, tienen un protagonismo creciente que tanto la UIA como
AEA (la Asociación Empresaria Argentina, que nuclea exclusivamente a
unos pocos grupos concentrados) pretenden desconocer.
La interna de
la UIA se disparó cuando el grupo llamado Industriales perfiló la
candidatura de José Ignacio de Mendiguren –de buen diálogo con el
gobierno y las pymes– para suceder al renunciado Héctor Méndez. La
reacción no se hizo esperar. Héctor Magnetto y Paolo Rocca levantaron la
candidatura de Adrián Kauf man Brea, vicepresidente de la Coordinadora
de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) y mano derecha de
Luis Pagani (Arcor), titular de AEA hasta que la misión recayó en Javier
Campos, álter ego de los CEO de Clarín y Magnetto.
Hace unos seis
meses, la UIA y AEA se encontraron ante la propuesta del empresario
Javier Madanes Quintanilla que propuso “internas abiertas” en la UIA.
Detrás de ese planteo se alinearon varias compañías que abandonaron AEA
disconformes con la conducción del tándem Clarín-Techint. Entre otras,
Telefónica, Petrobrás, Loma Negra y Sancor son algunas. En la misma
dirección, se pusieron los empresarios de la lista Celeste y Blanca
–como el titular de Fiat, Cristiano Ratazzi– que ven con buenos ojos la
idea del número uno de Aluar. Incluso, preferirían una ruptura del
acuerdo de alternancia antes que entregarle el poder a la dupla
Clarín-Techint. En ese sector se agrupan pesos pesados del sector
energético, textil y de la construcción. También varios bancos de
capital nacional e intereses agropecuarios en disputa con las cámaras de
la industria aceitera y de las exportadoras de cereales.
Es
interesante ver cómo se coloca La Nación, tan respaldado por Techint. El
domingo, en la sección Empresarios & Cia el diario de los Mitre se
pregunta si el terremoto de la UIA se debe a “un gobierno desesperado
por dividir el frente empresarial”. Demasiadas páginas escriben por
estos días Clarín y La Nación destinadas a ver manos negras detrás de la
implosión que sacude a esa central empresarial. Ninguna de ellas está
en la dirección de pensar que otros aires se afirman en Argentina y en
la región. La Nación sigue peleando por una devaluación pronunciada.
Con
mucha preocupación afirman que el precio del hierro está muy alto y que
plantea un grave problema a la industria siderúrgica. La verdad es que
si Techint publicara los tan favorables balances de los últimos años se
desvanecería cualquier justificación a pretensiones devaluatorias. Cabe
recordar que hace casi dos años, La Nación emprendió una cruzada
antichavista acusando al gobierno bolivariano de querer expropiar Sidor,
una empresa de Techint. Rocca pedía la participación de las autoridades
argentinas para evitar el supuesto despojo y el diario de los Mitre se
cansó de mostrar a Hugo Chávez como un enemigo del derecho a la
propiedad privada. La puesta en escena terminó con el pago de casi 2 mil
millones de dólares a Rocca. No se recuerda que La Nación haya puesto
la lupa sobre el negociado que le permitió a Techint quedarse nada menos
que con Somisa.
Hacia fines de los ’80, Somisa era la principal
acería argentina y sus exportaciones casi triplicaban las de Techint.
Tenía más de 11 mil trabajadores en su planta de San Nicolás, pero el
plan de destrucción industrial puso a Somisa en la mira del desguace.
Con el latiguillo de que era una empresa deficitaria, comenzó un proceso
de destrucción que tuvo al frente de la empresa a Jorge Triacca, el
sindicalista del gremio del plástico que se jactaba de sus relaciones
con el genocida Emilio Massera. Conflictos varios llevaron a que Somisa,
en un año, tuviera la mitad del personal. Detrás de Triacca llegó la
liquidadora de Entel, María Julia Alsogaray. En un acto de industricidio
claro, a finales de 1992, Techint quedó como único oferente en la
licitación y pagó 140 millones de dólares en efectivo y el resto en
papeles de la deuda pública completamente devaluados. Para completar el
cuadro, el gobierno de Carlos Menem le dio a los Rocca todo el crédito
de la banca pública para poder cubrir mucho más que esos 140 millones.
Esos
supuestos líderes empresarios, que deberían dar cuentas ante la
justicia de cómo armaban los lobbies y cómo pagaban a algunos políticos
para tejer semejantes negociados, hoy se lamentan de que la UIA pasa por
una crisis dirigencial. Desde ya, cuando Techint le birló Somisa a la
Nación, tanto la UIA como La Nación saludaban la llegada de la
iniciativa privada que podía terminar con la falta de eficiencia del
Estado. Viejos tiempos que, por suerte, no volverán.
http://tiempo.elargentino.com/notas/nacion-y-dolor-de-ya-no-ser
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