"Hay miles y miles de hombres que sólo conocieron la
derrota, pero lo que no conocieron fue el deshonor"-
"El único nacionalismo auténtico es el que busque
liberarnos de la servidumbre real: ése es el nacionalismo de la clase obrera y
demás sectores populares, y por eso la liberación de la Patria y la revolución
social son una misma cosa, de la misma manera que semicolonia y oligarquía son
también lo mismo". (John William Cooke-Diciembre de 1964- Apuntes para la militancia)
Entrevista a John William Cooke
Fuente: Revista Che, de 1961, y Crisis, 1975.
John William Cooke y su esposa,
Alicia Eguren, se encuentran en La Habana desde hace más de un año. Ambos
forman parte de las milicias y colaboran -al mismo tiempo- en distintas
publicaciones cubanas. Che ha entrevistado a Cooke en su residencia, el Hotel
Riviera. Sus respuestas, sin duda, son de trascendencia por la influencia que
ha tenido -y conserva aún- John William Cooke entre las filas peronistas.
En la Argentina, la Revolución
Cubana cuenta con apreciable apoyo popular y los esfuerzos de la propaganda
reaccionaria -abrumadora y constante- son vanos por contrarrestarlo. ¿A qué
razones atribuye esta perspicacia popular, pese a la prensa y agencias
internacionales?
Lo que eso demuestra, en primer lugar, es la madurez de nuestro pueblo, lo arraigado que está en el sentido de la soberanía nacional. Tengamos en cuenta que esta recolonización de la Argentina es doblemente anacrónica: por producirse en la época de los movimientos de liberación en todo el mundo y por serle impuesta a un país que se había librado de la dominación inglesa y tenía conciencia de lo que significa el ejercicio de la soberanía. La consecuencia es que no solamente la represión es singularmente violenta, sino también la propaganda pro imperialista. El pensamiento colonial utiliza el monopolio de la difusión para derramar una catarata de discursos, declaraciones, manifiestos, conferencias, editoriales, solicitadas, pastorales, etc., para confundir a la masa. En el caso de Cuba, sólo se difunden groseras tergiversaciones, embustes y planteos arbitrarios. Sin embargo, las clases populares disciernen lúcidamente y saben que la suerte de la Revolución Cubana incide en su propia suerte.
Lo que eso demuestra, en primer lugar, es la madurez de nuestro pueblo, lo arraigado que está en el sentido de la soberanía nacional. Tengamos en cuenta que esta recolonización de la Argentina es doblemente anacrónica: por producirse en la época de los movimientos de liberación en todo el mundo y por serle impuesta a un país que se había librado de la dominación inglesa y tenía conciencia de lo que significa el ejercicio de la soberanía. La consecuencia es que no solamente la represión es singularmente violenta, sino también la propaganda pro imperialista. El pensamiento colonial utiliza el monopolio de la difusión para derramar una catarata de discursos, declaraciones, manifiestos, conferencias, editoriales, solicitadas, pastorales, etc., para confundir a la masa. En el caso de Cuba, sólo se difunden groseras tergiversaciones, embustes y planteos arbitrarios. Sin embargo, las clases populares disciernen lúcidamente y saben que la suerte de la Revolución Cubana incide en su propia suerte.
Con respecto a Cuba, ¿cuál es la
forma que adopta esa táctica de ocultamiento?
Hay una sucesión de trampas. Todos los datos son falsos, al punto que la mentira de ayer es desmentida por la mentira de hoy. Después se hace una mezcla de los problemas concretos de la nación cubana con los problemas de la guerra fría y con las discusiones técnicas en torno al comunismo. Nuestra masa evita esos falseamientos porque va a la médula del problema, o sea, la agresión del imperialismo contra un país hermano que osó liberarse: así no hay forma de equivocarse.
Hay una sucesión de trampas. Todos los datos son falsos, al punto que la mentira de ayer es desmentida por la mentira de hoy. Después se hace una mezcla de los problemas concretos de la nación cubana con los problemas de la guerra fría y con las discusiones técnicas en torno al comunismo. Nuestra masa evita esos falseamientos porque va a la médula del problema, o sea, la agresión del imperialismo contra un país hermano que osó liberarse: así no hay forma de equivocarse.
Con motivo de la reciente invasión
de gusanos el servicio de los yanquis, se vio cómo se desvirtuaba el problema
planteándolo maliciosamente: se afirmó que la Revolución es comunista, como si
eso fuese lo que estaba en debate. Un cierto porcentaje de papanatas quedó
atrapado en ese artificioso enigma -ya fuera para coincidir con la tesis o para
discrepar con ella-, lo que implicaba que de ser concluyente la prueba sobre el
carácter comunista del gobierno cubano, eso legitimaba que se agrediese a un
país soberano. ¿Quién ha dicho que los Estados Unidos o los organismos
internacionales tienen jurisdicción para hacer macartismo y determinar cuál
régimen tiene derecho a ser respetado y cuál no?
Supongo que usted sabrá que hubo
algunos dirigentes peronistas que se “empantanaron”.
Eso demuestra que carecen de capacidad para dirigir nada y que invocan el nombre del peronismo en vano. Con el pretexto de que nuestro gobierno era nazi, se buscó que Estados Unidos hiciese lo mismo que ahora hace con Cuba: los cipayos pedían la intervención yanqui y de los organismos como la UN: un canciller uruguayo inventó la tesis de la “intervención multilateral”, que es la que ahora se quiere resucitar contra los cubanos; se pidió que los países rompiesen relaciones con nosotros, por no ser “democráticos”, etc. Eran los mismos procedimientos y las mismas personas de aquí y del extranjero los que se movían para destruir nuestra soberanía. ¡Y cómo ardíamos de indignación contra el bradenismo y sus servidores! ¡Cómo protestábamos contra los Jules Dubois, los Figueres, los Haya de la Torre, los Ravines, contra Braden, Nelson Rockefeller, la gran prensa norteamericana y continental! Pues bien: todos esos, y los miles de secuaces ahora hacen lo mismo contra Cuba, ayudados por los mismos aliados que entonces tuvieron en la Argentina, desde los políticos tradicionales hasta las fuerzas vivas, la intelectualidad cipaya. Las damas patricias y demás escoria enemiga de los descamisados.
Eso demuestra que carecen de capacidad para dirigir nada y que invocan el nombre del peronismo en vano. Con el pretexto de que nuestro gobierno era nazi, se buscó que Estados Unidos hiciese lo mismo que ahora hace con Cuba: los cipayos pedían la intervención yanqui y de los organismos como la UN: un canciller uruguayo inventó la tesis de la “intervención multilateral”, que es la que ahora se quiere resucitar contra los cubanos; se pidió que los países rompiesen relaciones con nosotros, por no ser “democráticos”, etc. Eran los mismos procedimientos y las mismas personas de aquí y del extranjero los que se movían para destruir nuestra soberanía. ¡Y cómo ardíamos de indignación contra el bradenismo y sus servidores! ¡Cómo protestábamos contra los Jules Dubois, los Figueres, los Haya de la Torre, los Ravines, contra Braden, Nelson Rockefeller, la gran prensa norteamericana y continental! Pues bien: todos esos, y los miles de secuaces ahora hacen lo mismo contra Cuba, ayudados por los mismos aliados que entonces tuvieron en la Argentina, desde los políticos tradicionales hasta las fuerzas vivas, la intelectualidad cipaya. Las damas patricias y demás escoria enemiga de los descamisados.
¿O es que la UPI, la AP, el Time,
etc., son reptiles cuando nos atacan a nosotros y “objetivos” cuando atacan a
Cuba? Sumarse, aunque sea pasivamente a esa campaña, es dar razón
retrospectivamente a los vendepatrias: es negarnos como movimiento
nacional-liberador.
Hay algunos pequeños sectores peronistas influenciados por el “nacionalismo” que son activamente enemigos de la Revolución Cubana.
Supongo que en unos cuantos millones como somos, habrá de todo un poco. Hasta de quienes se dejen llevar por un extraño “nacionalismo” que ante algo concreto como el imperialismo que nos asfixia nos quiere hacer pelear contra los enemigos de ese imperialismo. El único nacionalismo autentico es el que busque liberarnos de la servidumbre real: ése es el nacionalismo de la clase obrera y demás sectores populares, y por eso la liberación de la Patria y la revolución social son una misma cosa, de la misma manera que semicolonia y oligarquía son también lo mismo. Algunos sectores reaccionarios pudieron, en otras épocas, llamarse “nacionalistas” porque coincidían con el pueblo frente a los ataques a nuestra soberanía; ahora no, porque el antiimperialismo ha pasado a ser retórico en ellos, que vuelven a su raíz oligárquica y ante el caso de Cuba quedan al desnudo. Como ya quedaron cuando contribuyeron a la caída del gobierno popular en 1955.
Hay que tener la cabeza muy hueca
para creerse peronista y aceptar a esos teóricos del absurdo, que combinan las
añoranzas del imperio de la hispanidad medieval con el apoyo práctico al
imperio bárbaro norteamericano, y el culto a gauchos embalsamados con el
paternalismo aristócrata frente al cabecita negra, para oponerse, nada menos, a
Fidel Castro. Ocurre que Castro, a la cabeza de los hombres de la tierra,
derrotó a puro coraje al ejercito armado y entrenado por los yanquis para
proteger a la satrapía batistiana; y que cuando los gringos quisieron
llevárselo por delante, los echó de Cuba y les quitó hasta el último dólar, más
de mil millones que tenían invertidos en centrales azucareras, fábricas,
empresas, bancas, etc. ¡Qué manera de apagar faroles! Sin embargo, parece que
Fidel no es “nacionalista”, porque nunca se dedicó a predicar el exterminio de
estudiantes semitas ni a delatar herejes incursos en el crimen del marxismo.
¿Usted no cree, entonces, que esos
defensores de “Occidente” tengan influencia en su movimiento?
Solamente entre cierta capa burocrática, que, por otra parte, nunca sirvió para nada, ni en el gobierno ni fuera de él. Ahora hacen méritos para que los dejen participar en el festín político y administrativo del que están excluidos los revolucionarios consecuentes. No hacen más que confirmarle al pueblo lo que éste siempre supo sobre ellos. Habrá siempre alguna confusión, por los que embarullan las cosas y por otros que, debiendo hablar, han callado. Pero el pueblo sabe que desde que Fidel Castro empezó a quitarles a los ricos para darles a los pobres fue la bestia negra (o roja) del continente. Claro que los gansos que creen que el peronismo es parte del dispositivo de la “civilización y de la democracia occidental” quedan identificados frente a Cuba con los socios de Aciel y de la Bolsa de Comercio, con los socialistas conservadores y los conservadores de la infamia, con los exquisitos del Jockey Club, el Circulo de Armas, con Ascua, Sur y las demás agrupaciones de conciencias muertas, con las numerosas instituciones, frentes y agrupaciones gorilas que piden nuestra sangre, con Gainza Paz, el almirante Rojas, el Dr. Vicchi, el brioso Toranzo Montero. Todas esas fuerzas son virulentamente enemigas de la Revolución Cubana, a la que odian tanto como al “régimen depuesto”, esas cosas no ocurren por casualidad, y nuestra masa no vive en la luna.
Solamente entre cierta capa burocrática, que, por otra parte, nunca sirvió para nada, ni en el gobierno ni fuera de él. Ahora hacen méritos para que los dejen participar en el festín político y administrativo del que están excluidos los revolucionarios consecuentes. No hacen más que confirmarle al pueblo lo que éste siempre supo sobre ellos. Habrá siempre alguna confusión, por los que embarullan las cosas y por otros que, debiendo hablar, han callado. Pero el pueblo sabe que desde que Fidel Castro empezó a quitarles a los ricos para darles a los pobres fue la bestia negra (o roja) del continente. Claro que los gansos que creen que el peronismo es parte del dispositivo de la “civilización y de la democracia occidental” quedan identificados frente a Cuba con los socios de Aciel y de la Bolsa de Comercio, con los socialistas conservadores y los conservadores de la infamia, con los exquisitos del Jockey Club, el Circulo de Armas, con Ascua, Sur y las demás agrupaciones de conciencias muertas, con las numerosas instituciones, frentes y agrupaciones gorilas que piden nuestra sangre, con Gainza Paz, el almirante Rojas, el Dr. Vicchi, el brioso Toranzo Montero. Todas esas fuerzas son virulentamente enemigas de la Revolución Cubana, a la que odian tanto como al “régimen depuesto”, esas cosas no ocurren por casualidad, y nuestra masa no vive en la luna.
¿Hay algún personaje en la Argentina
que logra, como Fidel Castro, que todas las cabezas del privilegio se unan para
acusarlo de demagogo, comunista, totalitario, chusma, perjuro, punguista,
motonetista, barba azul, asesino incendiario, anticristo, y otras lindezas
semejantes, y contra el cual piden el cadalso, la bomba atómica o la muerte a
manos de los “marines” yanquis. Creo recordar que sí. Y me resulta muy difícil
entender cómo puede indignarnos la difamación contra la versión pampeana del
monstruo y quedarnos mudos cuando la victima es la versión tropical.
Hubo quien no repudió la reciente
invasión a Cuba alegando que al no abrir juicio cumplía con la “tercera posición”.
Con quien cumplió fue con su propia cobardía. A cambio de la riqueza que nos llevan los yanquis nos dejan su histeria anticomunista que contagia a ciertos “dirigentes”. En el país reina un clima de terrorismo ideológico: ya no basta con no ser comunista; hay que demostrarle a la reacción que se es anticomunista. Y se llega a emplear el mismo lenguaje de nuestros enemigos: en lugar de dar apoyo total, solidaridad sin retaceos a Cuba avasallada, se agregan condenas al “imperialismo soviético”, lo cual equivale a aceptar las premisas del imperialismo agresor, que califica de crimen la negación de sus ansias hegemónicas y el derecho a elegir las formas de gobierno y los amigos que a cada país americano le resultan más convenientes.
Con quien cumplió fue con su propia cobardía. A cambio de la riqueza que nos llevan los yanquis nos dejan su histeria anticomunista que contagia a ciertos “dirigentes”. En el país reina un clima de terrorismo ideológico: ya no basta con no ser comunista; hay que demostrarle a la reacción que se es anticomunista. Y se llega a emplear el mismo lenguaje de nuestros enemigos: en lugar de dar apoyo total, solidaridad sin retaceos a Cuba avasallada, se agregan condenas al “imperialismo soviético”, lo cual equivale a aceptar las premisas del imperialismo agresor, que califica de crimen la negación de sus ansias hegemónicas y el derecho a elegir las formas de gobierno y los amigos que a cada país americano le resultan más convenientes.
La tercera posición es,
precisamente, todo lo contrario. Significa no tener compromisos con los bloques
mundiales, estar en libertad de tomar las decisiones más convenientes a los
intereses nacionales. Significa tener criterio propio para apreciar cada hecho
y cada actitud; no tenemos obligación de encontrar que cada cosa del señor
Kruschev es perfecta o malvada; ni de estar de antemano en pro o en contre del
bloque capitalista; en otras palabras, en cada momento y circunstancia nuestro
tercerismo consiste en opinar libremente, no sumarnos al coro de los que ven en
Estados Unidos la potencia rectora. A pesar de que nuestro gobierno tuvo que
maniobrar solo, en un mundo hostil, en lo fundamental jamás se apartó de su
independencia; no suscribimos el Pacto de Caracas que establecía el peligro del
“comunismo internacional” para así consumar el crimen contra Guatemala
orquestado por Foster Dulles y otras bestias de la “guerra fría”; no firmamos
los Acuerdos de Bretton Woods (Fondo Monetaria Internacional, Banco de
Reconstrucción Y Fomento); no nos atamos por pactos militares bilaterales,
etc. Nada de eso subsistió; las primeras medidas de la dictadura militar fueron
adherirse a Bretton Woods, y hoy el FMI dirige nuestra política económica, y
revocan por decreto el voto de Caracas; siguieron los pactos militares, los
acuerdos sobre el Atlántico Sur, etc. Hoy somos un apéndice del imperialismo,
lo que requirió modificar totalmente la política internacional fijada por el
Peronismo. El tercerismo fue una forma de no ser absorbidos por el imperialismo
yanki: en ningún caso puede ser excusa para plegarnos a su estrategia de guerra
fría y para gritar junto con los derviches de la guerra contra los pueblos que
han adoptado el socialismo.
Es lo que hacen los terceristas como
India, Yugoslavia, Egipto, etc., que no han vacilado en apoyar fervorosamente a
Cuba y que no ven al mundo como una división tajante donde los “buenos” son las
potencias occidentales. Es una posición para encarar los problemas, no para
eludirlos. En el caso de un país hermano sometido a persecuciones de toda
índole por el Imperialismo, no ser terminantes, escatimar el apoyo, es renegar
del tercerismo y apoyar al imperialismo. Así como hay farsantes que son
antiimperialistas cuando las causas son lejanas, y cipayos en las cuestiones
argentinas, igualmente hay farsantes que gritan contra el imperialismo aquí y
se suman a sus consignas en el orden mundial; estos últimos son los más
peligrosos. La posición consecuente de un antiimperialista es desprenderse de
los falsos esquemas como “Occidente y Oriente”, “Mundo libre y mundo comunista”
y demás zonceras. Hay que estar con los argelinos, que son musulmanes, con los
kenyanos, que son maumau, con los chinos, que son budistas, y con los cubanos,
que son barbudos. Y decirlo claramente y ayudarlos todo lo que se pueda y tener
la valentía de despreciar las voces que se alzaran para acusarnos de
comunistas, trotskistas, cripto marxistas, camaradas de ruta, idiotas útiles,
filo comunistas, infanto comunistas, etcétera.
¿Existe algún pronunciamiento de
Perón con respecto a la Revolución Cubana?
¿Cómo cree usted que Perón podía desentenderse de un problema fundamental? Cuando dijo que Ia Revolución Cubana “tiene nuestro mismo signo”, enunció una fórmula exacta que indica la común raíz antiimperialista y de justicia social. Si Cuba ha elegido formas más radicales, ese es un derecho que ningún antiimperialista le puede negar; por otra parte, los procedimientos de 1945 tampoco sirven ahora para nosotros, y nuestro programa, según lo ha dicho repetidamente el propio Perón es de “revolución social”, que salvo para los que viven en el limbo sólo se puede cumplir socializando grandes porciones de la economía y buscando las formas de transformación profunda y total que correspondan a nuestra realidad nacional.
¿Cómo cree usted que Perón podía desentenderse de un problema fundamental? Cuando dijo que Ia Revolución Cubana “tiene nuestro mismo signo”, enunció una fórmula exacta que indica la común raíz antiimperialista y de justicia social. Si Cuba ha elegido formas más radicales, ese es un derecho que ningún antiimperialista le puede negar; por otra parte, los procedimientos de 1945 tampoco sirven ahora para nosotros, y nuestro programa, según lo ha dicho repetidamente el propio Perón es de “revolución social”, que salvo para los que viven en el limbo sólo se puede cumplir socializando grandes porciones de la economía y buscando las formas de transformación profunda y total que correspondan a nuestra realidad nacional.
En cuanto al apoyo de la Unión
Soviética a Cuba, sólo quienes se plieguen al bando de la oligarquía pueden
hablar de “entrega” y demás tonterías semejantes. Porque los cubanos no han
delegado ningún atributo de su soberanía ni han entregado ningún resorte de su
economía. ¿Que eso sirve a la URSS para hacerse propaganda? ¿Y a los cubanos
que les importa? Los quisieron matar de hambre, dejarlos sin petróleo, dejarlos
sin vender el azúcar, que es su única fuente de divisas, atemorizarlos,
agredirlos, quemarles los cañaverales, etc.: el cipayaje estaba feliz porque
serían castigados los “desplantes”, la insolencia frente al coloso. El mundo
socialista les permitió salir de esa ruina a que estaban condenados, y he aquí
que ciertos “antiimperialistas” resuelven que Cuba debió dejarse morir de
hambre, o llamar a los embajadores norteamericanos para que la vuelvan a
gobernar, para que no sufra la “democracia” y puedan seguir tranquilos Somoza,
Ydígoras, Frondizi, Prado y demás paladines de la cruzada anticomunista. Todos
regímenes democráticos que no podrán hacer lo que hace Fidel Castro: darle un
fusil o una ametralladora a cada obrero, a cada campesino, a cada pobre.
En un documento del año pasado el
general Perón indicó que el Movimiento debía apoyar a todos los movimientos de
liberación regional, como Egipto, Argelia, Cuba, etc. Eso se ha respetado
siempre, aunque ciertos sordos no han cumplido estas instrucciones ni las han
transmitida a la masa. Y en una carta dice: “Yo sé bien lo que son las
sanciones económicas. En 1948 nos las aplicaron intensamente impidiendo la
provisión de todo material petrolífero y dejando sin efecto la compra
comprometida para nuestra producción de lino que, en ese momento, representaba
más del sesenta por ciento de la producción mundial. Como en el caso de Cuba,
fue la Unión Soviética la que nos sacó del apuro comprando el lino y
ofreciéndonos material petrolífero”. Tal vez deberíamos haber dejado que se
pudriera el lino.
¿Y no cree que también influyó la
Iglesia?
La creencia religiosa es una cuestión del fuero espiritual y como tal respetable. Pero cuando algunos sacerdotes opinan de política entonces no puede invocarse para ellos el privilegio de que se les respete como cuando desempeñan sus funciones espirituales: deben ser enjuiciados de acuerdo a sus actos y posiciones políticas. Si se les hiciese caso en materia política, América no se hubiese independizado de España; o, tomando otra etapa posterior, en México reinarían los descendientes del emperador Maximiliano, Cuba seria colonia española, etc. Si se les otorgase imperio en materia política, nosotros nos debíamos haber puesto en 1955 contra Perón, como ellos querían; entonces conspiraron con los enemigos del pueblo, como ahora lo hacen en Cuba.
La creencia religiosa es una cuestión del fuero espiritual y como tal respetable. Pero cuando algunos sacerdotes opinan de política entonces no puede invocarse para ellos el privilegio de que se les respete como cuando desempeñan sus funciones espirituales: deben ser enjuiciados de acuerdo a sus actos y posiciones políticas. Si se les hiciese caso en materia política, América no se hubiese independizado de España; o, tomando otra etapa posterior, en México reinarían los descendientes del emperador Maximiliano, Cuba seria colonia española, etc. Si se les otorgase imperio en materia política, nosotros nos debíamos haber puesto en 1955 contra Perón, como ellos querían; entonces conspiraron con los enemigos del pueblo, como ahora lo hacen en Cuba.
Durante seis años nuestros compañeros
han ido a la cárcel, han sufrido torturas, han sido echados del trabajo, han
sido fusilados, sin que los altos dignatarios de la Iglesia hiciesen más que
algunos inocuos llamamientos a la paz general, uniendo a verdugos y victimados
como si las culpas fuesen comunes; cuando discriminaron, fue para atacar al
“régimen depuesto” y para condenar la rebeldía de nuestra masa. No he leído la
pastoral que condene a los asesinos del heroico general Valle, que era un
católico sincero. No he leído la pastoral que condene a los asesinos de la
“0peración Masacre”. No he sabido de ninguna epístola incandescente denunciando
a los sicarios uniformados que aplicaban suplicios a la gente trabajadora. Pero
basta que el señor Frondizi justifique la represión como defensa de “los altos
valores del espíritu”, para que entonces sí se conmuevan esos duros corazones
episcopales. En cambio están muy preocupados y tristes porque en Cuba hay un
gobierno revolucionario. ¿Por qué no dijeron nada cuando murieron 20.000
luchando contra el gobierno que mantenían los yanquis, cuando Nixon abrazaba a
Batista y lo colmaba de elogios? ¿Por qué no se preocupan de Angola, donde las
fuerzas “occidentales” mantienen la esclavitud aplicando la tortura? ¿O de
Argelia, que ha movido la indignación de muchos católicos franceses por el
sadismo de las tropas coloniales, cuyas técnicas aprenden nuestros jefes
militares? ¿Les parece que hay poco dolor en el mundo y en América, como para
que se dediquen al único país donde el pueblo se siente libre?
¿Usted rechaza, por lo tanto, la tesis de que el peronismo es un freno contra el avance del comunismo?
Una cosa es que nosotros tengamos una visión de las cosas argentinas que difiere de la del Partido Comunista y tratemos de mantener la adhesión de las masas trabajadoras; otra muy diversa es unirnos al fanatismo regimentado que ve a los comunistas como criminales y a los países socialistas como enemigos del género humano. Esto es renunciar a la facultad de raciocinio y aceptar que el bando imperialista piense por nosotros. No necesito ser comunista para considerar que el principal responsable de la guerra fría es el imperialismo occidental, ni para comprender que el enemigo más grande que hoy tiene el genero humano es la brutal plutocracia norteamericana.
En el orden nacional, la manera de
mantener nuestro prestigio en la masa no es actuando como ayudantes de los
pastores para que el rebaño no se ponga arisco, sino ofreciendo soluciones
revolucionarias a los problemas reales. Los que están en la jugada de presentarnos
como defensores del orden contra el comunismo desnaturalizan la esencia del
peronismo. Y, además, cometen una estupidez. Salvo para los energúmenos que ven
conspiraciones bolcheviques en cada lucha popular, el comunismo avanza porque
hay razones económico-sociales que así lo determinan. Esas razonas no
desaparecerán y se trata de ver quiénes darán las soluciones. Los que piensan
en “conciliaciones” entre las clases o en paternalismos equilibristas están al
margen del tiempo, como los que hablan de corregir los “abusos” del
capitalismo. Pero los que quieran dar soluciones, los que como nosotros aspiran
a mantener su vigencia como movimiento de masas, tienen que ir al fondo de los
problemas. No es posible enunciar aquí todas las cosas que debemos hacer, pero
para terminar con el drama argentino hay algunas que son ineludibles, como
ejemplo: dejar sin efecto convenios petrolíferos, eléctricos. etc.; denunciar
tratados militares y compromisos belicistas; expropiar las instalaciones
petrolíferas y demás bienes de los monopolios; expropiar a la oligarquía
latifundista y a los grandes empresarios industriales; expropiar los bancos,
puertos, servicios públicos; socializar grandes ramas de producción, hacer una
reforma agraria que respete las características de nuestro agro pero que
elimine muchas de las formas empresarias de explotación; planificar la economía
en escala nacional; nacionalizar la gran industria pesada; controlar los
sectores de la economía que deban mantenerse bajo el régimen de la propiedad privada,
etc., etc. Eso significa terminar con la democracia capitalista y sustituirla
por nuevas estructuras que reflejen el predominio de las fuerzas de progreso,
dirigidas por el proletariado. Es decir, que estaremos vulnerando el
"derecho" de la libre empresa, de la propiedad y otros valores
igualmente sacros: en otras palabras, seremos "comunistas". Los
factores de poder y la oligarquía en su conjunto nos consideran, desde ya,
comunistas, porque nuestro triunfo implica el advenimiento de las masas que exigirán
soluciones y las impondrán. Como dijo Perón: “las masas avanzarán con sus
dirigentes a la cabeza o con la cabeza de sus dirigentes”. Nosotros lo sabemos
y la reacción también lo sabe, así que los que se hacen los “ranas” no engañan
a nadie, y menos a la oligarquía, que tiene sensibilidad de sobra cuando se
trata de que no lo toquen sus privilegios. Los que quieren desempeñar el papel
de "defensores del orden" harán el deleite de los monseñores y de los
espadones de moda, sirviendo de preservativos por poco tiempo. O impulsamos el
avance de las masas -y entonces somos peligrosos y nos llamarán comunistas- o
tratamos de frenarlas y entonces ayudamos a sembrar la confusión durante un
tiempo y luego nos barrerán como a la demás resaca del orden caduco ocupando el
partido comunista o quien sea, la dirección que hemos desertado.
¿Qué piensa de la unidad de las
fuerzas populares?
La unidad es indispensable y será un peso previo al triunfo popular. Lo principal es para qué hacemos la unidad, cuales son los objetivos cercanos (como por ejemplo las elecciones) y cuáles los grandes objetivos. Unidad para simple usufructo politiquero, no. Sí, en cambio, para dar las grandes batallas por la soberanía nacional y la revolución social. En la lucha contra el régimen como llegaremos más pronto a la unidad, forjada en la acción: dentro del régimen nos esperan sólo frustraciones y derrotas, y pequeños triunfos que serán desastres.
La unidad es indispensable y será un peso previo al triunfo popular. Lo principal es para qué hacemos la unidad, cuales son los objetivos cercanos (como por ejemplo las elecciones) y cuáles los grandes objetivos. Unidad para simple usufructo politiquero, no. Sí, en cambio, para dar las grandes batallas por la soberanía nacional y la revolución social. En la lucha contra el régimen como llegaremos más pronto a la unidad, forjada en la acción: dentro del régimen nos esperan sólo frustraciones y derrotas, y pequeños triunfos que serán desastres.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
1 comentario :
Muy buen material! Es la primera vez que entro a tu blog, lo voy a hacer más seguido Claudia. Te propongo que busques en Facebook el grupo Blogueros K, en donde estoy yo con www.visto-desde-el-sur.blogspot.com . Somos pocos y queremos difundir este espacio de apoyo a los blogs kompañeros, sumáte!
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